Foto de Fernando de Haro:"Dos visitantes ilustres se miran a la cara antes de comenzar la excursión"

Foto de un parque geológico. Debajo de un cielo en el que leves nubes blancas dibujan plumas de ángel se levanta un cráter. Es un cráter de un volcán ni alto ni fiero. El volcán de hecho es una colina rodeada por una paramera parda. La atracción geológica está anunciada con un cartel en caracteres chinos. Cuatro visitantes que ya han comprado la entrada se disponen a acercarse al fuego apagado al que se sube por un caminito protegido por una valla de madera. Otros dos visitantes ilustres se miran a la cara antes de comenzar la excursión. Son un hombre y una mujer, pareja de un día, de un año o de un siglo. Ella va vestida con un disfraz de astronauta, el traje espacial de rosa chicle, el casco muy redondo, y a las espaldas una mochila que simula una carga de oxígeno para caminar por un planeta sin atmósfera. El muchacho también se ha enfundado en un disfraz semejante, en su caso el casco tiene visera y el traje espacial es blanco. Los dos lucen la bandera roja de la idolatrada China, así es la idolatría de las naciones. El y ella sienten la emoción de la aventura que les espera, de la exploración lunática o marciana, de las sensaciones que acompañan a quien ha abandonado el planeta tierra y se encuentra en un mundo inhóspito donde el milagro de la vida todavía no ha llegado. Misión espacial en un cráter de tercera categoría con indumentaria de carnaval. Hasta la más conservadora de las parejas, la menos dispuesta a correr riesgos, la más previsible de toda la china necesita una mañana de sábado adentrarse en lo desconocido, descubrir lo ignoto.