Foto de Fernando de Haro: "Cuando se asoman al balconcillo los vecinos intentan no mirar ese cuerpo"

Fotografía del día de Fernando de Haro

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

1 min lectura

Foto de un coche carbonizado, un coche convertido en un esqueleto de chapa. De las ruedas solo quedan las llantas. Las puertas, los aletas, el capó con el color de una herrumbre a manchas que dibuja fantasías. El coche yace no en un desguace sino en calle cualquiera, junto a un muro negro por el hollín y decorado con un bonito grafiti de letras en árabe. Los vecinos ven el cadáver de la maquina que no termina de descomponerse cuando cierran la puertas de sus casas para ir a trabajar muy temprano. Cuando de noche vuelven del café o de alguna fiesta familiar, allí sigue, entre las sombras. Cuando se asoman al balconcillo los vecinos intentan no mirar ese cuerpo sin vida, esa vergüenza que los pone en evidencia. Los pone en evidencia porque ellos creían vivir en un barrio tranquilo ilo y limpio hasta que el coche ardió. Los pone en evidencia porque nadie del ayuntamiento ha venido a recoger los restos de aquel incendio. Los pone en evidencia porque los vecinos piensan que es bochornoso no haberse puesto ellos de acuerdo en alquilar una grúa y llevárselo lejos a un sitio donde poder olvidarse del día del desorden, del día que lo quemaron. Los vecinos intentan girar la cabeza, mirar hacia arriba, mirar hacia el muro y no ver, pero allí sigue el automóvil que se ha convertido en un deshonor, en un baldón, en una afrenta, en un obstáculo para su alegría. ¡Que tontería que un coche quemado sea fuente de tanta amargura¡ parece una tontería pero hay que vivir con un coche quemado cerca de casa para comprender la humillación. A las ventanillas del automóvil sin cristales se asoman dos niños, uno rubio y otro moreno, que lo han convertido en transporte para sus juegos.