La foto: "El segundo y el tercer niño también se llevan un cigarrillo en la boca"
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Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto que me ha llamado la atención esta tarde es de Gabriel Casas. Gabriel Casas fue un fotógrafo que hace un siglo hizo un formidable trabajo, sobre todo en Cataluña y al que ahora le han dedicado una exposición en Barcelona. El retrato es de tres niños. Tres niños en una calle sucia, con ropa de trabajo sucia y las manos también con porquería. Lo rapaces no tienen más de 10 años y seguramente están disfrutando del breve descanso de una larga jornada de trabajo, quizás en un matadero. El primero, con la cabeza rapada para prevenir tiña y sarna, mira a la cámara con un gesto de persona mayor, de hombre y derecho al que nadie le engaña. El primer niño con el gesto duro, los ojos como dos parapetos, como una frontera donde se calcula, se pesa y se mide todo o que se ve, el primer niño, digo, con una mano pequeña sostiene el pitillo que se ha llevado a la boca. El segundo niño, también con la cabeza al cero, se gira y le da fuego al tercero que le sostiene para que no tiemble. El segundo y el tercer niño también se llevan un cigarrillo en la boca y hacen con la manos hornacinas para que el ascua no se apague. Estos dos tienen más cara de fiesta que el primero. Los tres niños que no pueden correr tras el tranvía, ni irse a bañar al río, ni pegar patadas a un cuero viejo, juegan a hacerse mayores. El es único juego que les queda. Y hacerse mayor es pegarle caladas al desencanto, tragarse el humo de ya no tener ni madre ni padre a quien llorarle y reírle. Hacerse mayor es llenarse los pulmones del aire manchado de ese alquitrán que no es depender de nadie. Hacerse mayor es mirar el humo que le sale a uno por la nariz, sin estar atento a nada más. Ni a brisas ni a olores de jazmín ni al olor de los que se han ido. Jugar a hacerse mayor es ponerse picadura en los labios y sellarlos para que no exhalen un suspiro de sorpresa. .