La Foto: “Que si es tortura no tener destino, peor es tenerlo y no saber cómo alcanzarlo”
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Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto que me ha llamado la atención la he visto en los catálogos de Photoespaña, es una imagen, una obra de arte de Ramón Masats. Un pueblo blanco, un pueblo de cal y jazmines, de cal y de buganvillas rosas. La foto retrata la esquina de dos costanillas que se entrecruzan. La primera costanilla, pina. La segunda más suave. El suelo, un empedrado de cantos que huelen a lejía, que todas las mañanas cada vecino, cada vecina, friega y refriega su parte. En la curva una fachada nívea. Abajo una ventanuca enrejada, arriba una más grande con una persiana de esparto que se enrolla con una soga. Entre las dos ventanas una culebrilla larga de cable para conducir la luz. En el escalón que hay al terminar la cuesta hay una viejica sentada. Toda ella de negro con un pañuelo a la cabeza del que le salen algunas canas de reina. Las manos de la mujer sarmentosas. Reposa un ratito antes de seguir adelante. A la espalda de la viuda se abre la otra calle. Una calle larga que en su primer tramo todavía está en sombra y que asciende tranquila. Más allá de las primeras puertas, fulge ya el resol. Se inclinan las tejas. Hay un silencio de alacenas en penumbra, de contraventanas que velan la clausura necesaria en el verano, hay un silencio de grandes estancias vestidas de una austeridad perpetua. Asciende la calle hasta desembocar en un camino viejo. Primero huertos de cañas y tierra negra y luego ya la vereda ancha, sola, entre cuerdas de olivos. Es la calle empedrada entre la cal, los jazmines y las buganvillas, es el camino firme, certero un consuelo para el caminante. Que si es tortura no tener destino, peor es tenerlo y no saber cómo alcanzarlo.