La foto: "El pórtico acaba en una cornisa que se eleva más de tres metros"
Escucha la foto del día de Fernando de Haro
Madrid - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
La foto que me ha llamado la atención es de Helen Levit. Hay una exposición en Nueva York de este monstruo de la fotografía que retrató las calles de la gran manzana a mediados del pasado siglo. La imagen está tomada frente a un edificio de ladrillo, cruzado por cables, ennegrecido por el humo de la urbe, por el hastío de sus habitantes. En la pared hay una advertencia hecha con pintura blanca: dice que no se pueden pueden poner carteles a menos que se quiera soportar el peso de la ley. Se entra al edificio por una puerta de madera de doble hoja cubierta con dos chapas de metal. El acceso tuvo en tiempos pretensiones arquitectónicas porque está precedido por un pórtico de de estilo neoclásico, con dos columnas finas con capiteles que recuerdan al dórico. Las columnas acaban en dos frisos. Y el pórtico acaba en una cornisa que se eleva más de tres metros, quizás llegue a cuatro. Las columnas y las basas están mordidas, como si cada vez que se abrieran las puertas entrara un carro muy ancho. Sobre la cornisa estrecha que está tan alta como un primer piso dos chavales, en pantalones cortos juegan, parece que se pelean o que bailan. Es difícil imaginarse cómo han llegado a la cornisa del mundo hasta que te fijas en otros dos chicos que están terminándose de auparse. El tercero, el más pequeño acaba de llegar a la cumbre y el cuarto sube utilizando pies y manos para hacer fuerza con una de las columnas y una breve tubería que sube por la fachada. Está a punto de quedarse colgado con una mano para saltar hacia arriba. Son los chicos de una calle oscura de una oscura ciudad que han descubierto una extraordinaria aventura donde los mayores no veían más que el tedio y la grisura de la costumbre. Son exploradores en un mundo en el que ya nada mira nada porque todo se da por descontado.