La foto: “Se ha expatriado en su propia tierra. Y no hay nada romántico en este destierro”

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La foto que me ha llamado la atención está colgada en twitter. Es una foto tomada en un plaza recoleta, elegante, con aire centroeuropeo. Al fondo una catedral pequeñita, con la piedra roja, con ventanas estrechas y espigadas, con vidrieras que sacan luz donde no lo hay, con un gran tejado de pizarra. Un gran tejado de pizarra negra para que la nieve resbale bien. La catedral la empezaron a construir hace 800 años, cuando el pueblo no era más que una aldeuca entre montañas tan altas como un desengaño amoroso. Era un pueblito lleno de barro hasta bien entrado el verano y de hielo hasta bien entrada la primavera. Las gentes del pueblo decidieron que querían una catedral. Y cada uno puso su parte, el herrero, el cantero, el rico. Era la obra del pueblo. Pero el dinero se acabó pronto y hubo que esperar casi doscientos años para terminarla y otros trescientos años para poder construir la torre. Los biznietos de los biznietos terminaron lo que habían iniciado sus antepasados. Y todos estaban contentos, aunque muchos no fueran a misa. Era la catedral del pueblo, la catedral de todos. Delante de la piedra roja hay un campesino con gorro, el frío aprieta, el sol se ha puesto temprano. El campesino, joven, con barbas largas, cultiva manzanas. Cuida sus manzanos como si fueran de la familia. La barba refleja el color blanco y gris de los torrentes de nieve. El campesino está hablando con un periodista. Y le explica que ya no quiere estar con todos, ya no hay obra de su pueblo que no le interese. Se ha desterrado entre sus manzanos. Se ha expatriado en su propia tierra. Y no hay nada romántico en este destierro. Pierde el pueblo, pierde el campesino. Nuestros pueblos y ciudades están llenos de gente que no puede decir nosotros o que si lo dice lo dice para separarse, para desterrarse.