La foto: "Ese momento en el que el espacio de la vida se convierte en una montaña de escombros"
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Madrid - Publicado el - Actualizado
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La foto que me ha llamado la atención la he visto en el diario El País. En medio de la noche, noche de verano en Miami, un edificio grande, largo, con una fachada entre amarilla y verde, comienza a desplomarse como un paquidermo herido. Parece un elefante o un rinoceronte gigante en el momento en el que una bala certera le ha alcanzado el corazón y las patas se le doblan y la vida se le escapa en segundos. Estaba el edificio volado herido de muerte, con uno de sus flancos desencarnado y convertido en un esqueleto con los días contados. La foto capta ese breve y rápido momento en el que decenas de hogares, donde se ha comido, se ha dormido, se ha amado, se ha buscado refugio se desmoronan, ese momento en el que el espacio de la vida se convierte en una montaña de escombros. El corazón se ve invadido por una nostalgia derrotada cuando los ojos se posan en pueblos, huertas, cabañas, moradas y palacios abandonados o derruidos, al borde de ser devorados por la maleza del tiempo. Donde hubo besos, canciones, gritos, confidencias, caricias, donde se nacía y se moría ahora solo queda silencio y piedras rotas y amontonadas. Hay que huir de las ruinas, sobre todo de las recientes. Hay que evitar que la pena se quede atada a lo que fue y ya no es. La nostalgia que pasea entre los cascotes que yacen en el suelo es una enfermedad grave, parece lealtad, parece fidelidad al pasado, parece el tributo a un gran legado pero es una trampa mortal. La nostalgia que nos ata a los edificios derribados, a los mundos que han desaparecido, rechaza la vida, conspira contra lo nuevo. Que los muertes entierren a sus muertos, lo nuestro es buscar el solar donde vuelven a forjarse nuevos cimientos