LA NOCHE DE ADOLFO ARJONA

Un superviviente del 11S relata cómo vivió el atentado desde dentro: "Perdí a doscientos amigos"

En 'La Noche de Adolfo Arjona', William Rodríguez ha recordado aquella trágica jornada en la que gracias a una llave maestra salvó muchas vidas

COPE Andalucía

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Tiempo de lectura: 3' Actualizado 26 nov 2021

Cuando William Rodríguez se trasladó de Puerto Rico a Nueva York para cumplir el sueño americano, nunca pensó que la ciudad podía sufrir una herida incurable. Pero ocurrió.

El 11 de septiembre de 2001, un grupo de terroristas de Al Qaeda secuestraron cuatro aviones. El objetivo de los radicales era impactar contra las Torres Gemelas, símbolo del poder económico estadounidense. Pero no eran sus únicos objetivos: también pretendían atentar contra el Pentágono. Estos ataques se saldaron con 2.977 muertos.

Los bomberos trabajaron sin descanso para sofocar las llamas y rescatar a miles de personas

EL "CHICO DE MANTEMIENTO" QUE SALVÓ MUCHAS VIDAS

William trabajaba en el área de mantenimiento de las Torres. Aquel martes, él pretendía tomarse el día libre, pero su jefe lo llamó por la mañana y le dijo que no podía faltar al trabajo.



Según le ha contado William a Adolfo Arjona, “Nadie quería hacer mi trabajo, ya que era el encargado de barrer las escaleras de los 110 pisos de cada Torre.” Y así fue como el destino se impuso ante William. Ante William y ante cientos de personas. Porque este hombre salvó muchas vidas aquella mañana. Aunque no tantas como hubiera querido.

SU DESTINO: UNA LLAVE MAESTRA

Cuando estaba en el sótano, el primer avión impactó. "Se activaron los extintores, estallaron las paredes. No teníamos ventanas y pensé que habría explotado un generador". Pero solo unos minutos más tarde se escuchó otro impacto. Entonces se dieron cuenta: Estaban siendo atacados.

Debido al impacto de los dos aviones, los ascensores quedaron bloqueados. Había cientos de personas atrapadas en las Torres. Estaban destinados a morir allí. Pero William conocía bien el edificio y tenía una llave maestra. Con esa llave, acompañó a los bomberos, recorrió cada planta. Subió y bajó los treinta y nueve pisos que quedaban intactos. El tiempo corría en contra. No había tiempo que perder.

2.977 personas murieron en el atentado del 11 de septiembre de 2.001

Durante casi dos horas, se jugó su vida para salvar las de otros. Como aquel hombre que tenía la piel achicharrada. "Tenía la piel levantada a tiras. Fui a la oficina a por una caja y lo vendé. Se había quemado el 33% de su cuerpo".

Y mientras William vivía la peor pesadilla de su vida, su madre estaba a miles de kilómetros, sentada frente al televisor. Sabía que su hijo trabajaba en el World Trade Center. Es más, habían hablado por teléfono cuando él estaba dentro.



Hoy, William es reconocido como un Héroe Nacional en Estados Unidos e imparte conferencias por todo el mundo. Y no es para menos, aquel martes negro, aquel martes marcado por el horror y la tragedia, él no lo dudó ni un solo segundo.

Pero hay un recuerdo que siempre viene a su memoria. Aquella mujer que había llegado hacía poco tiempo a las oficinas y le pidió ayuda en el piso 33. No pudo salvarla. Y unos minutos más tarde, vio su cuerpo quebrado en el suelo. Se había tirado al vacío.

EN UNOS SEGUNDOS, LAS TORRES CAEN

Durante 110 largos minutos, William no vio el momento oportuno para abandonar las Torres. “Había mucho trabajo allí dentro”.Y entonces, ocurrió lo peor; los edificios se desplomaron. Fueron solo unos segundos. Y de pronto, todo se volvió negro. Oscuro. Silencioso. Silencio y más silencio. Así permaneció durante horas. Sepultado bajo los escombros.

William Rodríguez es reconocido como un Héroe Nacional en EEUU

Como ha contado en “La Noche de Adolfo Arjona”: “Sabía que era el final.” Se equivocó. Horas más tarde, escuchó voces. Y entonces él empezó a gritar. Necesitaba ayuda. Estaba atrapado. Tras el rescate, los medios lo bautizaron como “The last on”; el último superviviente de las Torres.

William puede contarlo. Pero miles de personas se dejaron su vida en una soleada mañana de verano. Él perdió a doscientos amigos. En solo 110 minutos. En 110 interminables minutos.

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