“Nos diferenciamos de otras especies porque rendimos tributo a nuestros difuntos”: Fernando de Haro pasea entre los que no olvidan El Día de Todos los Santos en la Almudena

En el Día de Todos los Santos, miles de personas transforman los cementerios en espacios de memoria y reencuentro que ayudan a sanar la ausencia

Ignacio Juanilla Bernardo

Madrid - Publicado el

3 min lectura

El cementerio de la Almudena de Madrid se ha llenado de vida con motivo del Día de Todos los Santos. La imagen de colas en la floristería para comprar claveles, crisantemos y rosas se repite por todo el país en una jornada que va más allá del recuerdo. Se trata de una tradición que, como explican los antropólogos, define al ser humano: rendir tributo a los difuntos. Lejos de ser un lugar sombrío, para muchos se convierte en un espacio de reencuentro, conexión y una sorprendente serenidad.

Un refugio de paz y memoria

Muchas de las personas que acuden a visitar a sus seres queridos aseguran encontrar una gran tranquilidad. Es el caso de una mujer que, desde que su madre falleció a los 103 años, ha encontrado un sorprendente alivio en sus visitas. "Venir al cementerio, que no había ido en la vida, actualmente, desde que falleció mi madre, me reconforta cuando vengo", admite. Para otros, es un acto de introspección: "Bueno, pues, más que nada, no por ellos, es por nosotros, recordar un poquito lo mal que hemos hecho, ¿no? Y tenerle presente", confiesa otro visitante.

El padre Edison, sacerdote en la Almudena, explica que, aunque "hay gente que le tiene un poco así como de miedo al cementerio", la experiencia más común es la de hallar paz. Según el sacerdote, esta visita refuerza la idea de que el amor va más allá de la muerte y que, desde la fe cristiana, esta "es entendida como paso a una nueva vida". El ritual de llevar flores, limpiar la lápida y pasar un rato en silencio se convierte en una forma de mantener vivo el recuerdo y el vínculo.

Fernando de Haro  con un testigo


Hay quienes convierten la visita en una rutina, como un hombre que desde hace 50 años compra cinco claveles amarillos para su mujer cada mes. O como Laura, que acude con frecuencia a ver a su padre: "Es una manera de que no se olvide tampoco". Para ella, es una forma de "tenerlos más cerca", una costumbre que ayuda a procesar la ausencia y a mantener la conexión afectiva con los que ya no están físicamente.

La muerte, un tabú en la sociedad moderna

A pesar de la naturalidad con la que miles de personas viven esta jornada, la muerte sigue siendo un tema incómodo en la cultura actual. Santiago, un visitante del cementerio, reflexiona sobre ello: "En las ciudades se está viviendo cada vez más desarraigados, más aislados, más sin criterios, como un puro amontonamiento de gente que corre y que yo creo que tiene pocos ratos para pensar". Para él, el camposanto es un lugar que obliga a parar y tomar perspectiva. "Se comprende mejor la vida aquí", asegura, "sobre todo porque de vez en cuando te dicen que esto termina".

El padre Edison coincide en que existe un gran desconocimiento sobre la muerte, lo que alimenta supersticiones y miedos. "Ante el desconocimiento uno puede decir, 'yo creo que es esto', y me lo termino creyendo", señala. Este distanciamiento con el final de la vida contrasta con épocas pasadas, cuando la muerte era un acontecimiento mucho más visible y presente en la vida cotidiana de las familias y las comunidades.

El duelo en tiempos de pandemia

La pandemia de COVID-19 ha añadido una nueva y dolorosa capa al duelo para muchas familias. Una de las visitantes relata la dura experiencia de perder a su padre durante la primera ola. "Fue un poco complicado", explica con la voz entrecortada. El estricto protocolo sanitario impidió a la familia acompañarle en sus últimos momentos: "Estuvo ingresado, no pudimos verle, pues, como todo el mundo".


El adiós fue abrupto y sin ceremonias, un hecho que ha marcado su duelo. "Rápidamente le metieron al crematorio y no, ya no hubo nada más", lamenta. Esta falta de despedida ha hecho que las visitas al cementerio cobren un significado aún más profundo, convirtiéndose en el único espacio físico para el recuerdo. Aunque, como concluye, superar la ausencia es un camino largo: "Al principio sí, se hacía más duro. Ahora, bueno, no te acostumbras nunca, pero te haces a ello".

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.