Las niñas de Chernóbil que se quedaron en España

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Estos días es muy habitual ver en muchos aeropuertos de España a familias despidiéndose de los niños que han pasado el verano con ellos, aquí en España, de acogida...Familias que desinteresadamente ofrecen su casa, su dinero, su tiempo y su entorno para que los más pequeños que viven en situaciones desfavorables o negativas en su país de origen pasen las vacaciones en nuestro país. Un caso concreto y particular son los niños y niñas que vienen desde Ucrania, Bielorrusia y Rusia debido al desastre nuclear de Chernobil. 33 años después de la catástrofe, las consecuencias todavía son latentes. Estas experiencias marcan la vida de muchos de estos niños y de hecho, muchos de ellos se quedan ligados a nuestro país de manera emocional o directa, ya que viven aquí.

De allí, de Bielorrusia, concretamente de Moguilov, es Aleksandra. Nació en diciembre de 1986, tan solo unos meses después de la explosión. Su infancia fue feliz gracias a su familia, pero la recuerda muy dura: “Teníamos unos vales que intercambiábamos por comida, ropa...pero el problema es que llegábamos a la tienda y no había nada en el escaparate. Cuando venían los camiones con la carne, las colas daban la vuelta a la esquina, literalmente”. Empezó a venir con 11 años a España y lo que recuerda es todo felicidad: “Soy muy extrovertida y de pequeña más. A la semana ya sabía decir frases en español. Yo lo recuerdo todo con mucha alegría”.

Aleksandra vive ahora en España, donde trabaja de traductora. También ha colaborado siendo monitora. Fue entonces cuando se dio cuenta de la importancia de estos viajes para los niños: “Por mis manos pasaron los análisis del antes y el después del viaje...y me quedé alucinada. Un mes solo se veía un contraste increíble. Estas con una dosis que podría ser mortal y en un solo verano estar bajo mínimos. A mi me marcó la vida pero no solo a mí, a muchos les habrá salvado”.

De Bielorrusia también es Ana. Ella nació en 1985, un año antes del terrible accidente nuclear. Empezó a venir de acogida con 11 años gracias a una asociación ya desaparecida. Ahora es socia de la asociación. Pro Niños del Mundo . A diferencia de Aleksandra, sus inicios fueron más complicados: “Lo único que sabía decir era Hola yo me llamo Ana, y eso le decía a todo el mundo. El primer día cenando tenía ganas de llamar a mis padres para decirle que estaba bien...y se me escaparon las lágrimas. Al verme lo entendieron y me dejaron llamar”. Eso sí, a partir de ahí asegura que 0 lágrimas más porque se lo pasaba muy bien...yendo a la piscina, jugando con los niños de la familia….en definitiva, experiencia muy positiva.

Tanto le gustó que Estudió Filología hispánica allí en Bielorrusia y se vino a España con 22 años a hacer un Máster..y aquí se quedó...Ahora es su sobrino quien viene cada verano: “Queríamos que viniera aquí para cambiar de clima y comer otra comida. Es verdad que se prioriza a los niños de orfanato pero cualquier niño de Bielorrusia necesita saneamiento. La radiación está en todo territorio y está demostrado que cuando vienen aquí es muy bueno para su salud”

Yana tiene 25 años y su particularidad respecto a Ana y Aleksandra es que ella vino desde Ivankiu, un pueblo a 70 kilómetros de la capital ucraniana de Kiev y lo hizo con menos edad, solo con 6 añitos, gracias a la asociación catalana Es Per Tu: “Yo no entendía por qué me enviaban a España. Recuerdo que les daban a un diccionario con algunas palabras en ruso y yo les escuchaba y creía que eran de mi tierra, pero luego me enteré que no. Lo que si que recuerdo bien son las lágrimas”. Pero con el paso de los años la cosa mejoró y ahora desea venir a España a vivir.

Es radióloga, recién licenciada, y trabaja en Kiev. Está intentado venir a España y asegura que los propios ucranianos “no hablan de la radiación, pero todos saben que estará presente hoy, mañana y dentro de 10 años”.