Diego Garrocho: "La pereza tiene sus defensores porque, ¿quién no ha gozado de esa dulce tarea que es el 'dolce far niente'?"

El profesor de Filosofía reflexiona sobre la mala fama de la pereza en el día de San Isidro, "conocido por llegar tarde al trabajo"

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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¿Qué es la pereza y por qué tiene mala fama? Qué mejor día que San Isidro para hablar de la pereza, ¿no? Porque ya saben que la leyenda dice que además de los consabidos milagros, San Isidro era conocido por llegar tarde al trabajo.

Y la palabra pereza viene del latín pigritia, un término que sigue vivo todavía en italiano. Y este rasgo de carácter, la pereza, por un lado se vincula con la negligencia a la hora de cumplir con las obligaciones, pero por otro hace referencia a una condición que es casi orgánica, a un estado del cuerpo que nos lleva a la apatía o a la dejadez.

En castellano hay de hecho una palabra preciosa para esto, la palabra desgana, que casi suena como una muerte en vida. Los filósofos medievales, como Santo Tomás, que tanto reflexionaron sobre los siete pecados capitales, no hablaban de la pereza, sino de la acedía, una forma de desgana o abatimiento que además consideraban que estaba en el origen de muchas otras faltas. La pereza, sin embargo, también tiene sus defensores, porque ¿quién no ha gozado alguna vez de esa dulce tarea que es el dolce far niente?

Descartes, por ejemplo, tenía fama de vago en el colegio de jesuitas de la fleche por quedarse siempre en la cama hasta tarde. Y luego lo superó Jules Renard, quien escribió en su diario que la pereza es el hábito de descansar antes de estar cansado, es decir, que es una especie de descanso preventivo.

Lafargue llegó a escribir un panfleto en 1883 titulado El elogio de la pereza, donde proponía ni más ni menos que la abolición del trabajo. Y ya en clave mucho más filosófica, Bertrand Russell escribió El elogio de la ociosidad, un texto en el que impugnaba la ética del trabajo dominante a comienzos del siglo XX y que reivindicaba la dignidad del ocio creativo. Y por cierto, en este ensayo Russell ya proponía una reducción de la jornada laboral.