Diego Garrocho: "Casi podríamos hablar de una coherencia o una fidelidad de escuela en sus reacciones"

El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, expone cómo los populistas comparten rasgos y desprecian los contrapoderes en tiempos de crisis

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Te acordarás, Ángel, del comienzo de Ana Karenina, donde se lee que todas las familias felices se parecen, pero que las infelices lo son cada una a su manera. Con los líderes populistas se da una mezcla de las dos cosas. Cada uno imprime un sello personal a su forma de actuar, pero todos comparten ciertos rasgos comunes que nos permiten trazar una definición mínima y que les permite, por cierto, distinguirse y reconocerse entre ellos.

Existen muchas clasificaciones, algunas complejas, pero una de las más certeras es la del profesor Pierre Rosanvallon. Este intelectual francés, socialdemócrata y muy fino en su análisis, identifica varios elementos clave dentro del populismo. Entre ellos destaca la visión unánime del pueblo como un ente único. El populista, además, se arroga siempre la capacidad para hablar en nombre de ese pueblo o, en otras ocasiones, de la gente.

Otro rasgo habitual es la exaltación del líder y, por supuesto, la polarización social que fractura la sociedad entre amigos y enemigos. Estos rasgos del populismo sirven, esencialmente, para describir sus fundamentos, pero hay una característica adicional que siempre aparece en momentos de crisis o colapso: el desprecio que tienen por los contrapoderes.

Por eso, los populistas tienden siempre a atacar a los dos principales contrapesos del poder político: la prensa y la justicia. Y lo que es más abrumador es el parecido de familia entre los populistas cuando se ven en apuros. Casi podríamos hablar de una coherencia o una fidelidad de escuela en sus reacciones cuando los líderes populistas enfrentan problemas judiciales.

¿Sabes qué ha dicho Cristina Fernández de Kirchner, que acaba de ser condenada? O lo que dijeron Hugo Chávez, Silvio Berlusconi, Bolsonaro, Donald Trump y algún otro más, quizá más cercano, cuando fueron investigados, procesados o incluso sentenciados: que todo forma parte de una conspiración judicial. Ya es casualidad.