Diego Garrocho: "Tenía razón Virginia Woolf al decir que la enfermedad debería estar junto al amor o los celos entre los grandes temas de la literatura"
El profesor de Filosofía reflexiona sobre lo poco que se habla de la enfermedad cuando el Papa Francisco es noticia tras estar varios días ingresado en el hospital Gemelli
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¿Por qué hablamos tan poco de la enfermedad? El hecho de que el Papa Francisco es noticia por su estado de salud resulta aún más llamativo lo poco que hablamos de la enfermedad, como esos niños que se tapan la cara creyendo que así se van a volver invisibles. Tengo la sensación de que evitamos afrontar la enfermedad con naturalidad, como si al mencionarla la hiciéramos más real o más presente.
Existen incluso enfermedades innombrables, y algunas, como el cáncer, suelen ocultarse tras eufemismos con los que intentamos disfrazar nuestros miedos, pero es un error pensar que lo que no se nombra no existe. Ese juego infantil de invisibilizar la realidad no impedirá que todos, en nuestra condición de mortales, tengamos que enfrentarnos tarde o temprano con alguna enfermedad grave. Estar enfermo no es una condición excepcional.
La enfermedad es un estado humano en el que, por cierto, se activan formas de lucidez que en tiempos de salud permanecen latentes. Nuestro cuerpo doliente y sufriente es testimonio no solo de nuestra mortalidad, sino también de nuestra vulnerabilidad.
Virginia Woolf decía que resulta extraño que la enfermedad no ocupe un lugar junto al amor, las disputas y los celos entre los grandes temas de la literatura, y creo que tenía razón. La enfermedad nos humaniza porque nos recuerda nuestra fragilidad, pero también nos da la oportunidad de desplegar virtudes que solo nos pertenecen a nosotros.
La paciencia, la fortaleza e incluso la desesperación nos hacen humanos o como diría Nietzsche, demasiado humanos, pero no olvidemos que sin la enfermedad tampoco tendríamos la oportunidad de cuidar o de proteger a los enfermos, o incluso de ser cuidados nosotros mismos. Ojalá nos atrevamos a hablar de las cosas importantes sin miedo y sin censuras, y entre esas realidades profundas, que merecen la pena ser atendidas y comprendidas, está también la fragilidad de nuestro cuerpo y de nuestro ánimo.