Diego Garrocho: "El poder no solo se ejerce, también se tolera, se resiste o se discierne"

El profesor de Filosofía, Diego Garrocho, explica las distintas actitudes de las personas frente al poder, más revelador del talante de alguien que su ideología

Redacción digital

Madrid - Publicado el

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Hablamos mucho de izquierdas o derechas, pero a veces resulta mucho más revelador del talante de una persona saber cómo se relaciona con el poder. Y hay al menos tres maneras fundamentales de situarse ante quien manda.

Tres formas que son casi litúrgicas de responder a las órdenes, porque el poder no solo se ejerce: también se tolera, se resiste o se discierne.

La primera actitud es la más frecuente y quizá la más cómoda, es la sumisión. Esa forma de obedecer sin preguntar, de inclinar la cabeza antes de levantar la mirada. Es la servidumbre voluntaria y la encarnan, por ejemplo, los pelotas de los que hablamos hace algunos días. Esta postura la representan los serviles, los interesados, los pragmáticos, los cooperadores que siempre están dispuestos a satisfacer al jefe por el mero hecho de ser el jefe.

La segunda actitud es la contraria, pero ojo, porque no es necesariamente mejor, es la del que se revela siempre, el que se opone, aunque no sepa muy bien a qué, el que necesita un poder para intentar combatirlo. Es el rebelde por vocación estética, por falta de alternativas, el que considera la disrupción un valor en sí mismo y que cree que toda revolución siempre es buena. Esta es la actitud que encarnan quienes se revelan genéricamente contra lo establecido, incluso cuando lo establecido es legítimo.

Y luego algo más al fondo está la tercera postura, que es la más escasa, pero también la más exigente, la del que solo acepta el poder cuando lo reconoce como legítimo, no cuando le favorece ni cuando le gusta, sino cuando lo considera justo. Y aquí no es genuflexión ni barricada, hay criterio. Una ética cívica exige virtud en quien manda, pero también en quien obedece, y esta actitud acoge el poder cuando es virtuoso, no como imposición.

Pero claro, para eso hay que pensar y pensar, ya se sabe, es mucho más incómodo que obedecer o que gritar.