"Cuando vemos el horror, necesitamos volver al corazón del Evangelio"
Escucha el monólogo de Irene Pozo en 'La Linterna de la Iglesia' del 18 de julio de 2025.
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Qué tal, buenas noches. Hoy quiero invitarte a que miremos juntos el rosto herido del mundo. El ataque israelí que se producía ayer mismo a la única parroquia católica de la Franja de Gaza, me ha dejado un poco descolocada. Quizás porque una no termina de entender cómo en pleno siglo XXI seguimos resolviendo conflictos con armas, con sangre, con destrucción. Quizá porque resultó herido el Padre Gabriel Romanelli, que tantas veces ha descolgado el teléfono cuando le hemos llamado, y que tanta fe y esperanza es capaz de sostener en medio de aquella locura. Quizás porque la impotencia se nos instala en el alma.
Impotencia ante el niño que ha nacido entre bombas. Impotencia ante la madre que no puede alimentar a su hijo. Impotencia ante el anciano que lo ha perdido todo y ya no espera nada. ¿Qué mundo estamos construyendo cuando los niños aprenden antes a esconderse que a leer? ¿Cómo explicar que haya niños que solo conocen el lenguaje del miedo y no el del juego? ¿Qué le decimos a los que han perdido a toda su familia bajo los escombros de una bomba? ¿Qué futuro queda cuando los jóvenes solo han conocido el sonido de los misiles? Son tantas las preguntas.
El Papa Francisco lo decía con palabras claras: "La guerra es siempre una derrota. Una derrota de la humanidad." Qué razón tenía, porque cuando dejamos de ver al otro como hermano y lo convertimos en enemigo, ya hemos perdido.
Gaza, Israel, Ucrania, Sudán, Siria… Cada guerra deja tras de sí una estela de muerte, de odio, de destrucción. Y sin embargo, en medio del horror, el Evangelio no deja de hablarnos.
Nos habla de perdón. De reconciliación. De caminos de paz. Porque la reconciliación se construye con diálogo, con verdad, con justicia. Pero sobre todo, con perdón. Y sí, cuesta. Claro que cuesta perdonar cuando hay heridas abiertas. Pero si no somos capaces de perdonar, ¿cómo vamos a construir la paz?
Lo recordaba el Papa León XIII, cuando decía que la paz no se impone por la fuerza, sino que nace de la justicia, de la caridad, de la verdad. Él supo ver cómo la injusticia y la pobreza generan violencia, y cómo la Iglesia debe ser voz profética que defienda la dignidad de toda persona. Por eso, cuando vemos el horror, cuando sentimos que nada cambia, necesitamos volver al corazón del Evangelio.
La paz se construye. Con tiempo, con escucha, con compromiso, pero también con oración porque aunque no sustituye a la acción, la sostiene, la alimenta y la humaniza.
Esta noche, te invito a rezar por los que no pueden dormir por el miedo. Por los niños sin infancia. Por las madres sin hogar. Por los heridos, los desplazados. Y también, por los que toman decisiones. Para que busquen caminos de verdad y no de muerte.
Porque la guerra destruye todo: ciudades, familias, economías... Pero también destruye la esperanza. Y sin esperanza, no hay futuro. Como Iglesia, estamos llamados a ser sembradores de reconciliación, testigos de esperanza y artífices de paz.