Fausto Marín, el sacerdote madrileño que se ordenó con 80 años: "Si das ese paso tienes que ser coherente"
Tras una vida dedicada a la enseñanza, y tras perder un hijo y quedarse viudo, este madrileño recibió su vocación al sacerdocio en la madurez de su vida
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Este domingo celebramos la Jornada de Oración por las Vocaciones. Una jornada que quiere suscitar en todos los jóvenes la pregunta por su vocación y, a la vez, invitar a toda la comunidad cristiana a orar y acompañar las vocaciones que la Iglesia necesita en nuestro mundo.
Una buena excusa para conocer la historia de una vocación muy especial: la de Fausto Marín. Este madrileño tiene 85 años y es sacerdote desde hace cuatro. Su hijo también se llama Fausto, y es diácono en la archidiócesis de Madrid.
Asegura que "tener a nuestro padre como sacerdote es una gracia infinita de Dios. Tanto él como mi madre, que en paz descanse, han seguido siempre la voluntad que Jesús ha querido para ellos en su vida. Yo soy diácono y su testimonio de vida ha sido muy importante en mi vocación".
Su historia nos muestra todo un camino de fe donde la vocación como esposo, padre y ahora sacerdote nos enseña que a pesar de las dificultades de la vida el Señor nunca nos suelta la mano.
Toda una vida dedicada a la enseñanza. Abuelo y padre de cuatro hijos, perdió a uno de ellos en los atentados del 11-M en Madrid. Años más tarde fallecía su mujer. Hace 5 años fue ordenado sacerdote. Un camino que le llevó a decir 'sí', un 'sí' en mayúsculas, al Señor con 80 años.
Él cuenta que la decisión se fue madurando poco a poco: "Yo estaba de director en el Colegio Punta Galea, en Las Rozas, y llevaba la pastoral de Confirmación. Todos los años venía Joaquín Iniesta (el que fuera deán de la catedral de la Almudena) y me decía 'Fausto, ¿por qué no te haces diácono?' y yo le decía 'bueno, ya veremos a ver'.
"Pero al tercer año me fui de excursión con los alumnos a Roma. Estuve una semana y por la tarde me iba a San Pedro. Y lo pensé muchísimo. Y le pregunté a mi señora, porque nos lo contábamos todo, y me decía 'lo que tú quieras, pero si das ese paso tienes que ser coherente con lo que vas a hacer'", afirma.
"Cuando volví a Madrid, fui a ver a Joaquín y, cuando abrió la puerta de su despacho, dijo 'Fausto viene a decirme que quiere ser diácono'. Y ahí empezó la historia", explica el octogenario sacerdote.
Tras fallecer su esposa, decide ordenarse sacerdote: "Yo hice ejercicios espirituales con el P. Arana, estuve en Pedreña... lo estuve madurando muchísimo. Porque soy diácono y mi mujer me lo decía: 'si alguna vez me voy, que no te importe que Dios te pida que seas sacerdote'".