Los vendedores ambulantes, la salvación de los pueblos españoles de menos de 1500 habitantes
Pescadores, fruteros e, incluso, peluqueros se recorren cientos de kilómetros a la semana para ayudar los vecinos de los pequeños pueblos de España que no tienen comercios

Así explican tres vendedores ambulantes cómo desarrollan su negocio en varios pueblos
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El verano está para disfrutar en familia, en compañía o en solitario. Muchos deciden marcharse a sitios paradisiacos y otros prefieren visitar lugares más pequeños y alejados de las grandes ciudades como los pueblos de menos de 1.500 habitantes. En dichos sitios, donde la población crece en verano y se desinfla en septiembre, apenas hay tiendas de diferentes tipos, como comida, ropa, droguerías, etc. Por eso, los vendedores ambulantes son claves a la hora de vender sus productos a los ciudadanos de estas urbes que reclaman sus necesidades.
Algunos llevan años conociendo y sirviendo a las personas que conforman el núcleo principal, como Jorge López, vendedor ambulante de pescado que se recorre 12 localidades de la provincia de Soria, que lleva 27 años vendiendo su producto fresco. “Hasta que a un pueblo no le cierran su bar o su tienda, no saben lo que tienen. El trato con los vecinos es como el de una familia”, arranca Jorge su intervención en el último tramo de Herrera en COPE.
López se recorre hasta 150 kilómetros al día para repartir su pescado, algo que ha notado mucho en el combustible de su camión: “ha repercutido bastante y además no puedes tomarlo con el cliente en cuanto al precio del pescado. Aparte que hay que seguir atendiéndoles”. Lo cierto es que a Jorge López se le ocurrió esta idea en su pueblo, cuando su madre tenía una tienda de pescado y decidió repartirlo poco a poco por los pueblos de la comarca.
Enrique Méndez también conoce muy bien el sector de la venta ambulante. Él empezó con 10 años ayudando a su padre a vender la fruta por la comarca de Badajoz hasta recorrerse cada semana cerca de 600 kilómetros. Como Jorge López, ha visto evolucionar a los pueblos a los que suele visitar cada día: “la gente ha emigrado a las capitales porque no hay trabajo ni vida en los pueblos”. Enrique también ha visto empeorado su negocio por la crisis económica: “si el precio de la gasolina y de la fruta suben, pues hay que subir los precios de los productos. El inconveniente es que, quien te compraba tres kilos de fruta, ahora te compra uno y medio o dos”.
Fuera de los negocios de la alimentación está Sara, con su negocio de peluquería, que recorre las diferentes comarcas de la provincia de Huesca. Con tan solo 34 años, decidió dejar el salón de peluquerías en el que trabajaba para pelar a los habitantes de varios pueblos. Ella sigue una rutina sencilla: “tengo local fijo, pero si hay clientes que no pueden viajar hasta el salón, me acerco yo”. Sara tiene numerosos tipos de clientes, como unos turistas belgas que suelen pasar las vacaciones en Aragón y se acercan a la peluquería.