"El término "genocidio" se lo ha inventado Pedro Sánchez y lo ha sacado de la manga con su instinto político para sobrevivir políticamente"
El director de 'Herrera en COPE' aborda la actualidad que marca la jornada de este lunes
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Señoras, señores, me alegro. Buenos días. Ya son las 8 de la mañana, son las 7 en Canarias. Efectivamente, hay una sensación de que va a arrancar el otoño. Bueno, en algunos lugares seguro ya tienen esa sensación más asumida. Lo va a hacer con un lunes muy a tono con la nueva estación. Por ejemplo, Baleares está en aviso naranja por fuertes tormentas. También se esperan tormentas en Cataluña con aviso amarillo, igual que en Asturias y Cantabria. En el resto del país, el ambiente más calmado, aunque con un descenso general de las temperaturas. En Canarias, alguna nube intermitente y la posibilidad de lluvias débiles.
Bueno, y así iremos pasando el día en el que, por cierto, una de las cosas que nos llena de entusiasmo es que van a proponer a Sánchez como Premio Nobel de la Paz. Es extraordinario. Hay gente que no se cansa de hacer el ridículo y la pelota.
Esta semana se va a hablar mucho de la Asamblea General de Naciones Unidas, de la conferencia previa sobre el conflicto de Palestina. Es una cumbre en la que Reino Unido, Australia y Canadá han decidido reconocer al Estado palestino. Esto no es más que un gesto simbólico. Francia ha confirmado que anunciará la medida seguramente durante su intervención ante el plenario. Puede que Bélgica, Luxemburgo, San Marino también lo hagan. La cuestión de Palestina y las críticas a Israel van a marcar la celebración de esta asamblea. España, por primera vez en la era Sánchez, va a estar representada por el rey Felipe VI. No es la primera vez que lo hace, pero sí es la primera que lo hace con Sánchez.
Todos los países occidentales que han optado por el reconocimiento del Estado palestino lo han hecho como una forma de presión hacia Israel. ¿Para qué? Para que Israel ponga fin a su campaña en Gaza por las graves consecuencias contra la población civil.
Falta poco para cumplir el segundo aniversario de la matanza de Hamás, los atentados del 7 de octubre. Israel está viendo cómo el enorme caudal de solidaridad internacional que recibió entonces se ha visto parado por los excesos de la operación militar ordenada por Netanyahu en Gaza. Hay que decir, en honor a la sociedad israelí, que es la única democrática en esa zona del mundo, y la oposición política de Netanyahu no solo es internacional, sino que también hay una fuerte corriente crítica en el seno del país.
Pero el reconocimiento del Estado palestino es un gesto simbólico porque es absolutamente inviable. Es un territorio partido con dos gobiernos distintos, y uno de ellos controlado por un grupo terrorista como es Hamás. ¿Qué estado es ese?. Un artículo muy interesante de Sorman recuerda que el Estado palestino fue acordado en 1947, aceptado por Israel, pero rechazado por los países árabes.
Las principales víctimas de Hamás no han sido los israelíes (aunque han matado a muchos), sino los propios palestinos, quienes han sido perseguidos ferozmente por esas milicias proiraníes. Todos los países que han reconocido el estado de Israel han instado a Hamás a devolver inmediatamente a los rehenes que aún tienen en su poder.
Hay otra consideración que merece ser destacada en términos de política nacional: ninguno de los países que anunció el reconocimiento del Estado palestino ha utilizado el término genocidio. Ese término se lo ha inventado Pedro Sánchez y lo ha sacado de la manga con su instinto político para sobrevivir políticamente.
A Sánchez los gazatíes le importan lo mismo que los saharauis, o sea, nada. Si mañana su continuidad en Moncloa dependiera de hacerle una peineta a los gazatíes, Sánchez se la hacía. Esto le ayuda a desviar el foco de los problemas que más le acucian, quién sabe si para iniciar una suerte de campaña electoral. Él sigue erre que erre con el genocidio, algo que no dijo delante del canciller alemán Merz en su visita, y que no suscribe ningún gobierno serio en el mundo.
Ayer, en la fiesta de la rosa del PSC catalán, Sánchez organizó el habitual gazpacho conceptual con el genocidio, la guerra de Irak, el 11M. Todo un batiburrillo que demuestra el carácter puramente instrumental de sus exageraciones a propósito de la situación en Gaza. Todo es postureo en clave de política nacional para robarle votos a la extrema izquierda.
Sánchez hace de extrema izquierda para que no se hable de esos problemas: el lío de las pulseras contra maltratadores, la parálisis de la legislatura, el boicot de los socios de Junts o de Podemos, y por supuesto, la corrupción rampante de su gobierno y de su familia.
Dijo ayer Sánchez a la gente del PSC, a la que se lo debe todo, que en esta legislatura va a sacar adelante la financiación autonómica. No ha conseguido ni siquiera presentar unos presupuestos en toda la legislatura, pero va a aprobar ni más ni menos que todo un nuevo sistema de financiación autonómica. No se lo cree ni él, ni todos los que ayer le aplaudían, ni se lo cree María Jesús Montero. A Montero se le acumulan los empeños imposibles, como ser candidata en Andalucía defendiendo una financiación privilegiada para Cataluña.
Hablando de Cataluña, hoy se vuelve a reunir Puigdemont con los suyos porque llega el otoño y pasarán cosas. De momento, mañana en el Congreso, previsiblemente, se va a tumbar la cesión a Cataluña de las competencias en inmigración. Esta es una de las prevendas que había conseguido Puigdemont para poder hacer xenofobia a su gusto.
Podemos ha anunciado su voto en contra. O sea, Junts y Podemos han roto con Sánchez. Eso no quiere decir que vayan a propiciar un gobierno de Feijóo, pero no van a darle a Sánchez ni un átomo de oxígeno. La legislatura va a seguir más empantanada, más estéril, más inútil. Todo eso lo sabe Sánchez, y por eso se ha embarcado en esta nueva operación de polarización a cuenta de Gaza. ¿Cuánto le va a durar?. ¿Estamos acaso ante el ensayo de una nueva campaña electoral?. Suena un poco a eso.