Antonio, el fósforo con un miembro 'muy sucio' en su familia: "Para guarra mi cuñada"

¿Alguna vez se ha encontrado con alguien muy suicio? Los fósforos responden

COPE.es

Tiempo de lectura: 2' Actualizado 11:47

Si creía haberse topado con alguna situación de suciedad extrema, puede que se vea sorprendido al escuchar las "sucias" historias que han contado este jueves los fósforos.

Como el caso familiar de Antonio, que empieza contando con su historia con una rotunda afirmación "para guarra, guarra mi cuñada. Tenía el  jamón en una galería por donde el perro andaba a sus anchas. Si querías coger un vaso de la mesa tenías que hacer fuerza porque se pegaba y era imposible desprenderlo. Sacaba la basura cuando tenía dos o tres bolsas y lo peor ocurrió cuando un año le compré lotería de Navidad y se la fui a llevar. Estaba haciendo coliflor, la calefacción a tope y ni una ventana abierta, el olor cuando abrió la puerta era..., bueno casi vomito. ¡Imagínate,todo cerrado haciendo la coliflor!"

Y el caso del fósforo controlador de plagas que llegó a una casa, al llamar al timbre empezaron a sonar los ladridos de un montón de perros. Luego nos abre la puerta una señora en bata. Allí no se podía entrar, era imposible levantar el pie porque se nos quedaba pegado por la acumulación de pises y cacas de los perros. Era un olor a pedo reconcentrado de muchos días. Las sábanas de la cama negras de meses, los picos de las sábanas metidos en las meadas y cagadas de los perros. Lo peor en la cocina, la señora nos quería invitar a café y las cucharachas campaban a sus anchas, por todas partes".

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O el caso de David, gestor inmobiliario que tuvo que arreglar una gotera. "Cuando subimos, el vecino tenía Síndrome de Diógenes. Con las cáscaras de los huevos había hecho un cucurucho. Tuve que meter a una cuadrilla de seis tíos para poder llegar al cuarto de baño, los chavales le pusieron al señor el mote del apretones porque no llegaba al cuarto de baño, donde le cogía echaba lo del lado oscuro. Era como un don Pimpón".

Por último la historia de  María Amparo, peluquera  que asistía a los clientes de un hotel, "me llamaron para peinar a una baronesa alemana que no quería ir a la peluquería. La señora llevaba peluca,que era para verla. Yo quería lavarla la cabeza y no lo conseguí, se quejó hasta en recepción. Cuando le quitaba las horquillas, la mujer se hacía polvo arrascándose. Le compramos azufre y la mujer disfrutaba. Llevaba años y años sin lavarse el pelo. Pero al final le volví a poner la peluca llena de mierda. Allí no se lavaba nada"