Luis del Val: "Iglesias no se fía, porque su jefe Sánchez miente"

El tertuliano de "Herrera en COPE" analiza el juego de malabares que quiere llevar Sánchez a cabo para sacar adelante su investidura

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Es  muy peligroso jugar a profeta, pero parece que los presos por el intento de golpe pasarán la Navidad en la cárcel, Pedro Sánchez la pasará en Moncloa, y yo en mi casa, que no me atrevo a decir que es la suya, porque mi casa es mas pequeña que Moncloa y, en cuanto hay huéspedes,  se nota. Anoche, cuando el presidente en funciones -en funciones de prórroga- comenzó a recitar la lista de personas con las que se iba a entrevistar, casi me puse nervioso, porque pensé que igual teníamos que ir alguno de la familia, no sé mi nuera, mi hija, pero parece que la lista está compuesta sólo por políticos. Tras comprobar que ha pasado de no ponerse al teléfono a querer hablar con todo el mundo, supuse que es el espíritu de de la Navidad. Contemplas a Pedro Sánchez, sobre todo cuando se le tensan los músculos cigomáticos, y se nota enseguida que a este hombre le pones delante de un belén y se le humedecen los ojos. Claro, que también podría ser la ejecución de uno de los números malabaristas que más solidaridad provocan por parte del público: el de los platos chinos. El malabarista comienza haciendo girar un plato sobre una cimbreante caña de bambú. Satisfecho del éxito, prueba con otro plato, y así llega a tener una decena de platos. Sucede que los primeros platos comienzan a dar signos de desmayo, y hay que volver a atenderlos, y llega un momento en que el malabarista va desde el principio al final, agitando las cañas como un poseso para que no se caiga ningún plato, y logra arrancar el aplauso del público. 

Ayer, Pedro Sánchez anunció el número de los platos y se va a entrevistar con los presidentes autonómicos: de Lambán a Torra, de Page a Torra, de Moreno Bonilla a Torra, y de Torra a Torra y tiro porque me Torra. Porque de quien necesita los votos es de quienes han prometido que volverán a intentar cometer el delito. Claro, Torra, el criado de Puigdemont,  es rival de Oriol Junqueras, y Pedro Sánchez -que está dispuesto a dejar flojo el cinturón de los pantalones, pero no a dar todavía el espectáculo-  no puede ir a la cárcel a entrevistarse con el jefe de Ezquerra, como si fuera un sindicalista. Para eso tiene al chico de los recados, que los hace con entusiasmo y convencimiento, porque le han prometido que será vicepresidente del Gobierno. Me imagino que, ayer, el aspirante a vicepresidente debió pasar un rato fatal, cuando escuchó que el jefe se iba a entrevistar con los representantes de los partidos constitucionalistas, a pesar de que le debió explicar antes lo del número malabarista de los platos chinos. Y es que no se fía, porque su jefe miente. Muchísimo. A él mismo le dijo que iban a gobernar juntos, no hace tanto, y, luego que eso no le dejaba dormir, así que está el revolucionario mirando los cielos a ver si, de una puñetera vez, se dejan asaltar. Y estoy de acuerdo con Fidalgo: Sánchez está dispuesto a lo que sea, el problema estriba en la rivalidad entre los golpistas de Ezquerra y los de Puigdemont. Su pelea puede determinar que éstas fuesen las últimas navidades de Sánchez en Moncloa.