Antonio Agredano y las telenovelas: "La belleza siempre va acompañada de música y un brillo magnético a través de la pantalla"

El cronista de Herrera en COPE habla de las telenovelas favoritas de nuestros Fósforos.

Redacción Herrera en COPE

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Doña Bella, Cristal, Rubí, Los ricos también lloran... nuestros Fósforos nos hablan de sus telenovelas favoritas y Antonio Agredano le pone letra y voz.

TELENOVELAS

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Aprendí, de muy pequeño, que cada casa tenía sus secretos. Que ni el dinero ni el lujo eran alivio para el dolor. Que los ricos también lloran. Que el amor todo lo cura y todo lo hiere. Que las mentiras suelen tener consecuencias. Que la belleza siempre va acompañada de música y un brillo magnético a través de la pantalla. 

Las telenovelas eran excesivas, pero es que la vida es excesiva. Quién no ha llorado de rodillas, con las manos entrelazadas, suplicando otra oportunidad. Quién no ha dado un portazo que ha hecho temblar el decorado de cartón piedra. Quién no ha balbuceado alguna excusa, quién no ha envidiado, quién no ha odiado, quién no se ha enamorado de alguien que le rechazó.

Todas las vidas se parecen. Una sucesión de planos con afectos y reproches, con frustraciones y éxitos, con risas y llantos. Como una partida de pimpón en la que el corazón va de un lado para otro en una pista pequeñita. Hay adioses y milagros. Hay besos y frialdad. Todo convive en nosotros. Todo lo llevamos dentro como una pesada carga.

Yo quiero seguir viviendo así, como en una telenovela, pasional y ruidoso. Sobreactuado. Con giros desconcertantes. Acabando mis escenas con miradas fijas y misterios que tardarán en ser revelados. Yo no quiero una vida de película, tan formal, tan medida, tan estética. Yo quiero una vida improvisada, escrita con prisa cada mañana, yo quiero ser un sexy symbol de Galavisión, con laca en el pelo y náuticos y chaquetas blancas, anchas y remangadas.

La vida siempre ocurre en los márgenes. En el despropósito. En el desconcierto. Los días son ingobernables. Nuestros sentimientos son caballos encabritados, que se alzan amenazantes y que no hay forma de calmar. Yo quiero esta vida y no otra. Ya no creo en los finales felices. Sólo hay dos emociones que me acompañarán siempre: el miedo y el amor. Y con esa tinta escribiré los años que me queden por vivir. Porque somos protagonistas de nuestros propios capitulazos. Y gustar a todo el mundo es un deporte aburridísimo que no pienso practicar jamás.