Antonio Agredano y esos objetos no devueltos: "El problema no es tener cosas que no son mías en casa, es saber que jamás podré devolverlas"
El cronista de Herrera en COPE habla de esos objetos que un día dejaste y nunca volvieron.
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Un libro, un coche o una camiseta del Granada... Antonio Agredano pone voz a todas esas personas que un día presetaron algo y nunca más supiero de ellas.
Cosas que prestaste y no te devolvieron
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Un puñado de libros que ahora descansan en las estanterías de viejos amores. Como cenizas tras la candela. Algunas camisetas de fútbol que presté para diferenciarnos por colores en la pachanga. «La lavo y te la traigo la próxima semana», suelen decir. Y hasta hoy. Un micrófono que me dejaron para no sé qué podcast y que tengo por ahí en un cajón. O el traje que presté a un colega para la boda de su hermana. Se habrá divorciado ya la hermana, y ahí sigue el traje, colgado en su armario.
Tengo mala memoria para las ventajas y para los inconvenientes. Para devolver y para que me devuelvan. A veces los discos y los libros que me prestaron y jamás repuse me miran huérfanos, incómodos, sabiendo que ocupan un sitio que no es el suyo. No hay sentimiento más hondo que la culpa. Aparece, en ocasiones, con sutileza, y se queda ahí clavada, como una astilla, con la profundidad exacta para que duela y no se pueda sacar fácilmente.
El problema no es tener cosas que no son mías en casa, es saber que jamás podré devolverlas. Porque los amigos que las dejaron allí o en mi habitación adolescente, ya no están en mi vida. Porque el tiempo nos distanció. Porque elegimos malos o buenos caminos, porque siguen vivos antiguos rencores, porque la vida pasa con su ritmo caprichoso.
Y ahí quedan los objetos que compartimos. Como un cementerio de recuerdos. Cogiendo polvo en las estanterías. Recordándonos que ya no somos aquellos que fuimos. Recordándonos que tuvimos amor y confianza y que ya no tenemos ni su teléfono guardado en el móvil.
Eso me lleva a pensar en los momentos que compartí. En la dedicación. En la suma de instantes. Y miren, quizá lo más difícil de devolver sea el tiempo perdido. Esos proyectos de vida. Esos viajes que nunca hicimos. Esos planes de domingo.
No importan las cosas, quizá. Sólo importan las ausencias. Los años de olvido. No es el tacto lo importante, sino una pegajosa nostalgia y ese adiós que sobrevive, con ferocidad aún, en nuestra conciencia.