'Crónicas perplejas': "Cada instante tiene su exceso y su culpa"
Habla Antonio Agredano de la nostalgia
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Hace tiempo que dejé de mirar al pasado. Yo ya solo tengo ojos para el futuro. Para lo que me queda. Ese es el compromiso de los marineros, romper los días como si fueran olas, pensar siempre en el siguiente puerto. Soy de quemar los mapas. Soy de olvidar pronto. Prefiero el peor de los horizontes al mejor de los recuerdos. La vida siempre es mañana.
Es peligrosa la nostalgia. Nos atrapa como un cepo de esos que muerden los tobillos. No echo de menos el instituto, no echo de menos aquellos bares, no echo de menos las mañanas de los sábados, no echo de menos los amores urgentes y los largos viajes en coche. Echo de menos ser aquel que fui.
Echo de menos mi entusiasmo, aquellas ganas de todo, esa pasión y, sobre todo, esa levedad. La de no tener obligaciones, la de no medir las consecuencias de mis actos. Tener mucho tiempo y que todo ese tiempo fuera exclusivamente para mí. Echo de menos aquel egoísmo, lo confieso. Pasan los años. Llegan las responsabilidades, y la mesura. Llega la declaración de la renta, llevar a los niños al parque y los domingos en el sofá.
Y está bien así. Todos son buenos tiempos, cada uno a su manera. Madurez es vivir con arreglo a nuestro tiempo y a nuestro contexto. No se pueden hacer con cuarenta las cosas que hacíamos con veinte, ni al contrario. Cada instante tiene su exceso y su culpa. Cada momento tiene su luz y sus sombras. Cada día tiene su risa y su dolor.
Y así seguimos, hacia el siguiente puerto, con cicatrices y arrugas. Pero sin mirar atrás. Todo pasa. No hay nada más terapéutico que la distancia. No hay nada más lejano que lo ya vivido.
Y, sin embargo, a todos nos pasa, que cerramos los ojos y vemos aquellas series, y escuchamos aquellas canciones y sentimos aquellos nervios del primer amor, los olores, los sabores, los miedos. Y queremos regresar.
Queremos girar el timón y volver a aquellos años, a aquellas islas pequeñas que emergen en la memoria. Porque, aunque miremos hacia delante, el corazón siempre anda banduendo, siempre nos espera en el rincón más lejano. El corazón, menudo es, qué músculo tan ingobernable.