Katja Faber y su lucha por encontrar al asesino de su hijo: “Aún no ha terminado”
La nieta del maestro Argenta, cuenta en Herrera en COPE el brutal asesinato de su hijo en Suiza y su batalla para que se hiciera justicia.
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Katja Faber, escritora, abogada e investigadora, se sentó este lunes frente al micrófono de Herrera en COPE como madre. Una madre a la que le arrebataron lo más valioso: su hijo Álex, asesinado con brutalidad en Suiza hace once años. En una entrevista tan estremecedora como luminosa, Katja relató el crimen, el juicio y su camino de duelo y sanación, convertido hoy en ayuda para otros.
“Álex era un chico maravilloso. Gracioso, guapo, con una sonrisa de oreja a oreja”, evocó con ternura. El 29 de diciembre de 2013, su hijo de 23 años fue a pasar la noche en casa de Benet von Vertes, un conocido de la universidad y heredero de una influyente familia suiza. Esa noche, Benet lo golpeó, torturó y asfixió. Luego se duchó, bajó las escaleras y llamó a la policía asegurando que había actuado en defensa propia.
La noticia llegó a Katja en Madrid. “Cuando me pidió la policía que les dijera dónde estaba, supe que mi hijo había muerto”, rememoró. “Vi la palabra 'homicidio' y 'Interpol' en un papel… ahí comenzó mi lucha”.
En el juicio, el asesino cambió varias veces su versión: primero alegó defensa propia, luego aseguró haber visto un alienígena, y finalmente dijo no recordar nada. Durante todo el proceso, guardó silencio ante el tribunal. La autopsia reveló más de 50 lesiones. Además, la investigación destapó que dos meses antes había violado a una mujer, un caso que se juzgó junto al asesinato de Álex.
Pese a ello, el agresor solo pasó cinco años en prisión y después fue liberado tras un programa de “rehabilitación”. “Que plantaba tomates y cantaba canciones”, ironiza Katja, quien denuncia que “el sistema jurídico no funciona y alguien muy poderoso pagó a tres abogados para que su nombre no apareciera en los medios”.
“Nunca pidió perdón, nunca asumió lo que hizo”, afirma. “Me escribió una carta sin mencionar ni una vez a Álex y dirigiéndose a mí con un nombre que no era el mío. Sentí asco”. Tampoco la familia del asesino mostró empatía: “La madre me abrazó en un juicio y me dijo: ‘Las dos hemos perdido a nuestros hijos’. Me quedé helada. Mi hijo está enterrado. El suyo, libre”.
Hoy, Katja vive entre Zúrich y una finca en el Valle del Guadalhorce, en Málaga, convertida en un espacio de sanación y acompañamiento: “Gente con trauma ha venido, plantamos, hablamos, tocamos la guitarra. Es un sitio que sana”.
Con una serenidad conmovedora, concluyó: “Cuando me preguntan cuántos hijos tengo, respondo que tres. Dos viven, y uno ha muerto. Pero el amor no se va. Sigo siendo madre de tres”.