"Charles Manson escondía una identidad fracasada en su gran capacidad de manipulación"

Charles Manson estremeció a EEUU en agosto de 1969 con una sangrienta espiral de violencia en la que él y los seguidores de su secta, conocidos como "la familia Manson", asesinaron a siete personas para provocar una guerra racial. Crímenes conmocionaron a la sociedad estadounidense y marcaron simbólicamente un punto y aparte en la contracultura de los años 60 y el movimiento hippie.

Entre los asesinados figuraba la actriz Sharon Tate, que estaba a punto de dar a luz a su primer hijo, fruto de su relación con el director Roman Polanski. Los asesinos utilizaron la sangre de sus víctimas para escribir mensajes en las paredes, mientras seguían las instrucciones que creían escuchar en la canción "Helter Skelter", obra de The Beatles.

Manson sumaba centenares de sanciones por mal comportamiento en la cárcel, donde también se grabó en el entrecejo un tatuaje en forma de una cruz gamada.

Como todo asesino en serie provoca fascinación y repulsa a partes iguales; el profesor de Criminología de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido, asegura que ante personajes de este tipo, el criminólogo se acerca "con una mentalidad parecida a la del patólogo, el forense al realizar una autopsia, uno no tiene que valorar los aspectos morales del caso, por lo menos, en la aproximación primera y más importante que es la comprensión del fenómeno que se está estudiando, una serie de crímenes, la motivación, las características, etc... La valoración moral tiene que ser posterior porque de lo contrario uno no podría trabajar. Lo que está claro es que Manson fue un icono, un icono negativo de esa cultura pop y hippie a la que Manson regresó después de muchos años en la cárcel para comprobar que con su labia y su gran capacidad de manipulación podía convertirse en un líder, en una persona muy importante y llenar así, lo que en definitiva, era una identidad fracasada y al mismo tiempo es una figura importante de la criminología porque reveló por vez primera la gran importancia de una mente, aunque pervertida, brillante a la hora de manipular a la gente, algo que hasta la fecha solo se veía en los líderes de sectas y vimos como una mente asesina también podía generar la capacidad de convinción, de introducir relatos, que se ajustaban a las necesidades de las personas vulnerables. Otros asesinos han intentado imitar a Manson, pero ninguno con tanto éxito porque él fue una personas con una capacidad de manipulación extraordinaria. Durante muchos años su familia le fue fiel y solo con la erosión de muchos años en la cárcel comenzaron a desdecirse y tacharle como demonio".

Pero como explica el profesor Garrido, estos asesinos en serie fascinas a muchas personas, "no todo el mundo tiene esa capadicad de convicción. Los asesinos en serie son personas seducidas por el crimen y por el poder. Por encima de todo lo que quieren es vivir algo muy diferente a la vida convencional, necesitan otra identidad y esa identidad, justamente, es la que pueden conseguir a través de las sensaciones extraordinarias por dominar al otro, la mayoría de ellos por la acción interpersonal, mancharse las manos, la propia violencia ejercida sobre el cuerpo de las víctimas y en el caso de los líderes de las sectas y en Manson, en particular, a través de lo que hacen sus acólitos. Hay personas que son capaces de disculpar y no ver la realidad de los hechos, en el caso de Manson, una chica joven y guapa quiso casarse con él, pero es un clásico en la criminología el número de cartas de chicas arrebatadas que reciben los asesinos en serie. Hay una capacidad de fascinación brutal y se convierte aunque esté teñido de sangre en un referente".

"Con el terrorismo yihadista pasa algo parecido" advierte el experto en criminología que señala que "toda persona capaz de crear un relato de fascinación, poder y violencia a través del mal siempre encontrará a gente sensible frente a esos cantos de sirenas".