“Nuestros políticos han puesto la educación a su servicio y tiene que ser justo al revés”

Catherine L'Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, presenta en Fin de Semana con Cristina su nuevo libro 'Conversaciones con mi maestra'

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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Un día te levantas de la cama, vas a desayunar y coges el periódico (o lo consultas por internet) y te encuentras titulares como “Los colegios prohibirán los móviles en las aulas por provocar distracciones”, o “Copiar en exámenes dejará de ser falta grave”, o “Ingresado en el hospital un menor por ansiedad por acoso escolar”, o también “Bajas masivas en profesores por el estrés de las aulas”.

Y entonces te haces una pregunta: ¿qué estamos haciendo con la educación? ¿Estamos dándole la importancia que tiene? ¿Somos conscientes de lo que implica en nuestros hijos y de lo que implicó en nosotros?

Tal vez necesitamos a alguien que nos hable desde una perspectiva distinta y que nos desmonte, de paso, mitos educativos que siguen muy difundidos. ‘Conversaciones con mi maestra’ (Ed. Espasa) puede ayudarnos en esa labor. Su autora es Catherine L’Ecuyer, doctora en Educación y Psicología, quien ha estado en Fin de Semana con Cristina y ha asegurado que la clave para el éxito en educar en el asombro es “fundamentar en las evidencias lo que todos los padres y las madres saben”. “Nos estamos alejando tanto del sentido común y de las evidencias que ahora la gente se da cuenta y estamos en un momento determinante”, asegura también.

Ella identifica tres corrientes de pensamiento y tres pedagógicas: “La mecanicista, donde está dentro el conductismo, ese condicionamiento del niño a base de castigos y recompensa para conseguir lo deseado, verle como una caja negra pasiva, no tener en cuenta lo que hay dentro de la persona, las emociones, los sentimientos, etc.; la segunda sería la romántico-idealista, que bebe de Russeau que dice que en el niño hay una semilla del conocimiento, está todo dentro, solo se debe desplegar naturalmente y el educador no puede hacer nada para cambiar lo que va a ocurrir, es libertad indeterminada, una corriente que tiene mucho protagonismo hoy y que tiene como barra de medir los sentimientos y las emociones, no la realidad; la tercera es la realista clásica, la realidad es la barra de medir y los conocimientos son importantes, el ser humano es asombrado, capaz de desear, que tiene anhelos y deseos”.

“Lo más interesante que he visto investigando en estos temas es que ahora mismo estamos mezclando las dos primeras corrientes, sobre todo a nivel de lo que vemos en las aulas y legislativo”, explica Catherine, que añade que “la tercera corriente, que es la que más me gusta, está muy ausente de la situación y el debate actual”. “En la corriente romántica una de las características es la imaginación productiva, la importancia de la creatividad, que está bien pero ha de fundamentarse en la realidad. Decía Aristóteles que ‘todo lo que existe en el intelecto, en la cabeza, primero tiene que haber pasado por los sentidos’, yo defiendo eso, la educación sensorial, cosa que en la corriente romántica, que inspira a muchos políticos, está la idea de que no hay que abstraer, convertimos a la ignorancia en un valor social”.

En la universidad son clásicas las clases magistrales, algunas realmente apasionantes, otras no tanto. ¿Están ya obsoletas? ¿Tiene sentido hablar sin parar durante 45 minutos y esperar que la atención no se merme? “Yo creo que hoy no tienen sentido, el problema es que eso es un tópico”, explica L’Ecuyer, que detalla que “si estamos en la corriente clásica-realista hemos de ser conscientes de que es importante que haya una exposición, una instrucción directa, que se hace de muchas formas. En la etapa infantil no tiene sentido algo así y se hace a través del lenguaje no verbal y demostraciones. Tenga la forma que tenga siempre debe haber en la formación. El niño no tiene dentro de sí todo lo que tiene que aprender, se lo debe transmitir alguien. No podemos caer en la idea del descubrimiento puro y que los niños hagan todo solos sin guiarles, no tiene sentido”.

Sobre la estimulación temprana, algo en boca de todos y que se vende desde hace tiempo como un método innovador y colegios de mucho prestigio la usan, Catherine detalla que “es una teoría que asegura que el niño se desarrolla desde el momento de la fecundación hasta la edad adulta como el ser humano a lo largo de la historia de la evolución. Primero es pez, luego rastrea como un reptil, luego mamífero y luego humano. Esto es pensamiento mágico sin fundamentación científica, no salen mejoras educativas con grupo de control, no tiene validez por desgracia. Se usa en muchos colegios en España y he querido denunciarlo en el libro. Se ha vendido como innovación y todo lo que suena a innovación es un reclamo”.

La autora también explica qué es la Teoría de las Inteligencias Múltiples y por qué es “peligrosa” mal entendida: “Dice que todos tenemos talentos y todos podemos salir adelante con ellos, que hay una parte que es cierta porque no todo el mundo es igual, pero no todos los académicos están de acuerdo con ella y de hecho la llaman ‘corazonada’ porque no es nada sólido. El principal problema en el ámbito educativo es que encasillamos a los niños de forma muy temprana y puede limitarle, reduciendo sus horizontes. Si alguien baila bien y le decimos que haga eso, no será ingeniero porque se resignará”.

Si hay una pregunta que se hacen los padres es, ¿a qué colegio llevamos a nuestros hijos? ¿Cuál será el adecuado? A lo que la educadora responde con claridad: “Eso depende de cada familia. Para que la libertad educativa sea realmente efectiva tienen que cumplirse una serie de criterios: los padres deben ser conscientes de que tienen el derecho de escoger, también en la pública. Hemos limitado mucho eso a la concertada y es un error porque se asocia a las clases sociales, es un derecho natural, para todos. Segundo: tienen que tener claro cuál es su proyecto, saber las corrientes que hay para poder escoger; tercero: tiene que haber pluralidad, sin ella no se puede elegir; la última es que los colegios sean transparentes a la hora de exponer su proyecto y a qué corriente pertenecen y sean coherentes llevándolo a cabo en las aulas”.

Por último, Catherine ha explicado por qué, según ella, en este país no acabamos de dar con la tecla sobre las leyes de educación: “Creo que en España la política no está al servicio de la educación sino al revés, está al servicio del proyecto político de turno. Estamos en plena vuelta al Romanticismo pedagógico de Rousseau, para quien la educación era la herramienta de implementación de un sistema político concreto. Estamos mareando continuamente a los profesores y directores de colegios que, en el fondo, lo que quieren es dedicarse a educar, y están cansados de esos cambios y esa vorágine de la innovación”, termina la autora.