EN 'FIN DE SEMANA'

De preso a triatleta: "Tenía que romper unas cuchillas de afeitar y a modo de bisturí en la celda cortarme los pellejos"

Juan Miguel Esteban se preparó a conciencia durante su etapa en prisión -10 años- para ser atleta, a pesar de las adversidades y la falta de recursos. Ahora, acaba de terminar el ironman de Lanzarote, una de las pruebas físicas más duras del mundo

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Durante 10 años, Juan Miguel Esteban estuvo corriendo alrededor de una pista de fútbol sala, unos 120 metros cuadrados. Cada día, 3 horas por la mañana y otra hora y media por la tarde. Cambiaba el sentido de su carrera cada 20 minutos "para no destrozarme las rodillas", ha contado en 'Fin de Semana'. Sus compañeros y los funcionarios de la cárcel donde cumplía su pena se reían de él. Pero su objetivo era claro y meridiano: "Quería disipar mi mente, no estar en estas 4 paredes que no me dejaban ver nada". Y ahora, Juan Miguel, ya fuera de prisión, acaba de terminar en Lanzarote un ironman (una de las pruebas físicas más duras del mundo, con más de 180 kilómetros de recorrido a nado, a pie y en bicicleta).

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"Nunca imaginé que todo ese tiempo me iba a llevar a correr maratones en prisión", le explica Juan Miguel a Cristina López-Schlichting. Pero así fue. A través de uno de los mejores atletas de la historia de España, Martín Fiz, consiguió aparecer en una revista especializada con un reportaje que él mismo reconoce que "supuso mi libertad".

¿Cómo lo hizo? "Me fijaba un objetivo cada días. Decía: "Hoy tengo que hacer esto"", y Juan Miguel estuvo así durante toda su estancia entre rejas, una década. Con la mente puesta solo en lo que tocaba hacer ese día. Poco importaba que los pies se le quedaran en carne viva al correr sobre cemento con unas zapatillas inadecuadas: "A consecuencia de estar tantísimas horas corriendo, las plantas acababan en carne viva total. Los pellejos se me infectaban. Tenía que romper unas cuchillas de afeitar y a modo de bisturí en la celda cortarme los pellejos. Me ponía una gasa, un calcetín y a correr. Los primeros minutos eran brutales -de dolor-, luego se anestesiaba... pero al meterme en la ducha... imagináos lo que es con los pies en carne viva", relata.

Afirma que nunca flaqueó en su objetivo: "Tenía clarísimo que tengo gente que me quiere y a quien no podía fallar. Mis dos sobrinitas, a las que no vi nacer, mis padres, mi hermano y mi hermana. Ellos se han desvivido por mí, han movido carros y carretas para que saliera lo antes posible, y no podía defraudarles".

Ahora, Juan Miguel tiene su propia empresa, participa en pruebas de ironman como la de Lanzarote y, a partir de septiembre, empezará a trabajar con el Club Estudiantes de baloncesto. De su experiencia en prisión, más allá de su historia de superación, sobresalen dos mensajes, una denuncia y una petición: "La cárcel no es igual para todos -en referencia a políticos presos-, y eso es una injusticia" y "hay que ser un poquito más prudentes a la hora de juzgar a una persona que ya ha pagado por algo. No se puede discriminar a la gente porque haya estado en la cárcel"

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