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El Ramadán, el diálogo interreligioso y el separatismo catalán…

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Tiempo de lectura: 3'Actualizado 17:13

Con ocasión del comienzo del Ramadán, el mes del ayuno musulmán, el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso ha dirigido al mundo islámico un mensaje de buenos deseos que apenas ha tenido eco en los medios de comunicación y que contiene algunas reflexiones muy interesantes.

El Consejo, que preside el cardenal francés Jean Louis Tauran, considera que la celebración de uno de los cinco pilares del Islam, es un buen motivo para plantear una superación de la antigua competitividad religiosa islamo-cristiana y pasar a la colaboración. De sobra es sabido que hay diferencias prácticamente insuperables en el ámbito teológico y cultural. Los musulmanes no admiten la Trinidad, que condenan como si fuese un politeísmo, acaso el peor delito que puede cometerse en la esfera de la fe coránica, y no admiten, por tanto, que Jesús es Hijo de Dios, aunque lo acogen como uno de los grandes profetas.

Estas y otras diferencias, reconoce el mensaje vaticano, han alimentado con frecuencia enfrentamientos violentos, especialmente cuando la religión ha sido instrumentalizada a causa de intereses políticos y partidistas. Pero esta historia de violencia que se remonta a las Cruzadas y que ahora quiere mantener viva el yihadismo en nombre de la defensa de una cierta identidad islámica, no impiden la existencia de un diálogo profundo entre cristianos y musulmanes, especialmente querido por los Papas en las últimas décadas.

De esta manera se ha venido alimentado la equívoca idea de que la religión no es una fuente de paz sino, más bien, de tensión y de violencia. Y no debiera ser así. En definitiva, cristianos y musulmanes compartimos muchos valores morales y una similar creencia en el Dios único, creador de cielo y tierra, benevolente y misericordioso, así como en el Último Día (el Juicio Final), en el poder de la oración, en los ángeles y en los profetas del Antiguo Testamento, empezando, claro está, por Abraham. De ahí que el Vaticano considere que ha llegado la hora de pasar página en las relaciones entre Cristiandad e Islam e ir al encuentro de la colaboración dejando atrás la confrontación.

Cristianos y musulmanes compartimos muchos valores morales y una similar creencia en el Dios único

La pregunta es: ¿Cómo colaborar cuando en el seno del Islam existen tantas diferencias de interpretación del Libro, además de carecer de una voz única capaz de asentar una doctrina unívoca? La respuesta no es fácil, pero es obvio, como señala el Consejo Pontificio, que lo importante es la unión en la busca del bien común, en el marco del necesario respeto mutuo. Muchos pasos habrá que dar en este camino donde una de las orillas no admite la libertad como fundamento constitutivo del ser humano.

Cuando leía el mensaje pontificio no he dejado de recordar los muchos años que viví en un país islámico y las múltiples ocasiones que tuve de compartir con colegas, amigos y vecinos, sus fiestas religiosas, especialmente el Ramadán en cuyo mes no solo se ayuna durante el día sino que se atiende especialmente a los pobres con la limosna obligada –el zakat. El mes sagrado culmina con la Pascua Grande o Aid el Fitr, en la que cada familia sacrifica un cordero que comparten con los más necesitados en memoria del patriarca Abraham.

Igualmente me venía a la memoria el magnífico ensayo del escritor libanés Amín Maaluf sobre lo que llama “identidades asesinas”, ese deseo demoníaco de algunas comunidades de creerse superiores, como ocurre con los yihadistas o los salafistas, frente a las corrientes más moderadas, laicistas o nihilistas. Maaluf, que reside en Francia y ha asimilado en plenitud las cultura oriental y occidental sin perder sus creencias, denunció en su libro esa especie de demencia que incita a los hombres a matarse entre si en nombre de una etnia, lengua o religión. Es la negación “del otro” que fpmentan algunas ideologías en boga.

Para mi propio desconsuelo, Maaluf me llevó a pensar en el racismo de los separatistas catalanes, esos neonazis que parecen haber encontrado en Puigdemont y su marioneta Joaquin Torra unos líderes a los que jurar sometimiento, al igual que los yihadistas hacen con sus “emires” de turno, ayer los desaparecidos Hasan Al Bana, Ibn Qobt, Ben Laden y hoy a los Bagdadi y Zawahiri junto a tantos otros más o menos ocultos que quisieran imponer su identidad al resto del mundo.

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