La reacción del misionero navarro Charly Azcona tras despedirse de su madre hace 40 años: "Amar más fuertemente a Jesús y amar a los pueblos"
El capuchino navarro relata sus 40 años de misión en Ecuador, donde acompaña a los pueblos indígenas y denuncia la explotación de sus tierras
Pamplona - Publicado el - Actualizado
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Bajo el lema "Misioneros de la esperanza entre los pueblos", la campaña del Domund de este año pone en valor la labor de miles de personas. Una de ellas es la del misionero capuchino Charly Azcona, que lleva 40 años en Ecuador trabajando con la población indígena. Azcona relata una vida de entrega que comenzó en la década de los 80, marcada por la inspiración de otras figuras y un profundo llamado a servir.
El nacimiento de una vocación
El espíritu misionero de Charly Azcona se forjó durante sus años de formación como capuchino, escuchando las crónicas de misioneros en Ecuador como monseñor Alejandro Labaka y sus contactos con los pueblos guaraní. "El testimonio de Alejandro Labaka ya me golpeó un poco", confiesa Azcona. Este impacto inicial se convirtió en una decisión firme en 1984, cuando pidió formalmente dejar España para enrolarse en la misión de Ecuador, un paso que daría un año después, en 1985.
Aunque la decisión fue firme, dejarlo todo atrás supuso un gran sacrificio personal. "Lo más duro para mí fue despedirme de mi madre, porque ese año había muerto mi padre", recuerda. Sin embargo, asegura que la experiencia le ha permitido "amar más fuertemente a Jesús y amar a los pueblos", encontrando en su destino una nueva familia y una nueva tierra de la que se siente parte.
Los principales beneficiados somos nosotros, que hemos recibido toda esa riqueza de vida"
Misionero capuchino en Ecuador
Azcona subraya que, aunque se pueda pensar que el misionero va a dar mucho, los principales beneficiados son ellos mismos. "Hemos recibido toda esa riqueza de vida y hemos recibido el amar a Jesucristo y el aprender a ser humanos, a ser hermanos con todos", afirma. Esta perspectiva le ha abierto a una nueva forma de vida, donde ha tenido que "desaprender muchas cosas" para encontrar a "ese Cristo vivo que está con los pueblos".
La defensa de la Amazonía, una tierra sagrada
Durante sus cuatro décadas en Ecuador, ha trabajado en la sierra, la costa y, actualmente, en la Amazonía, siempre en fraternidades muy cercanas a la gente. Ahora acompaña al pueblo guaraní, una cultura que le exige, como decía monseñor Labaka, "descalzarnos, desnudarnos, porque la tierra donde vamos es una tierra sagrada". Este acercamiento, basado en el respeto, le ha permitido ver la realidad de un territorio amenazado.
Como misionero, denuncia con indignación el riesgo que sufre la Amazonía por la acción de petroleras, mineras y madereras. "El nivel de vida que tenemos aquí, pues viene del saqueo del petróleo, del saqueo de la minería, del saqueo de la madera", advierte. Azcona hace un llamado a la unión para proteger un ecosistema vital para toda la humanidad, recordando que su desaparición supondría una pérdida irreparable.
Si desaparece la Amazonía, sería una pérdida para toda la humanidad"
Misionero capuchino en Ecuador
Amenazas y esperanza en la misión
Esta labor de denuncia no ha estado exenta de peligros. "Sí, he sentido un poco toda esa presión de la persecución, de las amenazas", admite. A pesar del miedo y la fragilidad, encuentra la fortaleza en la fe. "Hay una fuerza que viene de Jesucristo, que viene del Espíritu Santo", explica, una fuerza que le impulsa a seguir adelante y a sentir el dolor de quienes sufren.
Para Azcona, la verdadera misión es ser portadores de esperanza y alegría, tal como reza el lema del Domund. Concluye con un llamamiento global a creyentes y no creyentes para "defender lo humano" ante la grave deshumanización que percibe en el mundo. "Tenemos que unir para defender la vida, defender la Amazonía, 'Misioneros de esperanza entre los pueblos'", finaliza.
Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.