La castañera de Abel Caballero cumple cuatro décadas en la calle Príncipe de Vigo
Desde su puesto de siempre, Elsa Ramos mantiene viva una tradición centenaria en pleno corazón de Vigo. Heredera de una saga de vendedoras de castañas, esta argentina de raíces gallegas asegura que rejuvenece cada octubre, cuando enciende su máquina ancestral y el olor a castaña asada vuelve a conquistar la ciudad
Pontevedra - Publicado el - Actualizado
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La Rúa do Príncipe de Vigo no sería la misma sin el aroma dulzón y ahumado que desprende un viejo tren de metal en el que se asan las castañas más famosas de la ciudad. Allí, en su lugar de siempre, se encuentra Elsa Ramos Touriño, una vendedora que encarna la tradición viguesa, pues lleva cuarenta años sirviendo a niños y mayores cucuruchos de papel con las mejores castañas.
Elsa, aunque proviene de Argentina, tiene raíces profundamente gallegas, ya que sus padres eran oriundos de la comunidad. Su conexión con Vigo es tan intensa que afirma que no sería capaz de vivir en otro sitio. Siente un cariño inmenso por toda España, pero es a Vigo a quien profesa un afecto principal. Incluso bromea diciendo que, si le dieran dinero para mudarse, no lo haría, pues la ría es inigualable y la ciudad "lo tiene todo". Esta devoción se refuerza cada temporada, ya que asegura que cuando llega, cada octubre, "rejuvenezco 10 años".
un tren de más de cien años de historia y varias restauraciones a cuestas
El negocio de Elsa no es fruto de la casualidad, sino de la herencia. La máquina que utiliza hoy, aunque ha sido restaurada dos veces, es la misma que usaron sus ancestros. Su bisabuela, su abuela y su madre también vendieron castañas en este mismo lugar. Esta historia se remonta, según su relato, a la generación de sus abuelos que murieron en los años 50, sugiriendo un linaje castañero que data quizás de finales del siglo XIX. Este conocimiento, pasado "unos a otros", es el secreto para dominar un producto que es "muy difícil de hacer" y de "entender".
Elsa subraya que la clave del éxito reside en el producto, que siempre debe ser de calidad. No cualquier variedad de castaña vale, pues hay muchísimas clases. Ella siempre exige que le traigan las buenas, rechazando aquellas que, aunque parezcan hermosas y grandes, "no valen nada dentro". Además, su equipo utiliza "picadores" para asegurar que las castañas estén bien cortadas y miradas.
A pesar de que últimamente se han registrado días de mucho calor, la venta de castañas no se ha resentido. La gente compra sus castañas "con calor, con frío, con lluvia, con todo", confiando en que el suyo es el sitio donde pueden comerlas.
Su clientela abarca desde el ciudadano vigués hasta el turista extranjero, incluidos numerosos cruceristas. Debido a la gran afluencia de visitantes, especialmente americanos, su puesto exhibe un pequeño cartel con la traducción al inglés: "chestnuts". Estos turistas hacen cola, pues están acostumbrados a comer en la calle, y les encanta.
caballero, uno de los clientes más ilustres de elsa
Entre los clientes más notables, la castañera menciona al propio alcalde de la ciudad. El regidor, que a veces acude con Doña Cristina, es un asiduo, le gustan mucho las castañas a él y a su esposa, y espera su turno "como toda la gente".
El negocio, sin embargo, ha evolucionado y se ha complicado. Hoy en día, hay que abonar permisos "muy gordos" y es necesario ser autónomo durante la temporada de dos o dos meses y medio. Elsa lamenta la escasez de "castañeros serios" en la zona y se considera afortunada de estar bajo techo, lo que le permite trabajar incluso cuando llueve torrencialmente.
Trabajadores de Elsa, la castañera de Principe
En cuanto al relevo generacional, Elsa trabaja con personal de Colombia, Guatemal o Venezuela, y se siente muy satisfecha con la gente colombiana, a la que considera "muy trabajadora" y "firme". Si bien no sabe si algún familiar ocupará su lugar, ha considerado regalarle la máquina a uno de sus colaboradores, Nelson, un joven colombiano, si nadie de la familia la quiere.
Elsa Ramos aprovecha la ocasión para enviar un saludo a todos los clientes y no clientes, afirmando una vez más: "amo mucho Vigo y a su gente".