Samantha, cinco años en el Burgo das Nacións, en Santiago: "la vida en la residencia es excelente"

Algo más de 23.000 estudiantes arrancan este curso 2022-23 en la USC, el curso de la vuelta a la normalidad también en la vida de las residencias universitarias

Así es la vida en una residencia universitaria de Santiago (USC)

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

5 de septiembre de 2022: día 1 de la nueva era postcovid en la Universidad y espacios asociados, como las residencias. En el campus norte de Santiago está una de las más grandes de la USC, el Burgo das Nacións, aquí se ofertan más de 400 plazas de las casi 1.200 que tiene la Universidad de Santiago entre todos sus centros.

La mayoría de los estudiantes ya se han instalado, pero no todos, así que nos cruzamos por los pasillos con gente en zapatillas de casa, pero también con otra arrastrando la maleta, recién llegada del aeropuerto, como Valentina, que acaba de aterrizar procedente de Chile para hacer un cuatrimestre en Administración y Dirección de Empresas: "elegimos Santiago porque nos llamó la atención porque era un pueblito de estudiantes, entre todas las opciones nos gustó más esta... Recién estamos llegando, pero con toda la emoción", asegura.

Mientras Valentina ultima papeleo en la recepción, me encuentro con Ángela: ella viene de más cerca, de A Coruña, para estudiar Educación Infantil y Primaria. Ha pasado su primera noche en la residencia y confiesa entre risas que el primer día se perdió..."esto es muy grande, la verdad, pero de momento, bien".

Así es la vida en una residencia universitaria de Santiago (USC)

Interior de uno de los cuartos de la residencia de O Burgo, en Compostela

Pero es que no es difícil perderse los primeros días si pensamos que estamos en un edificio con varias "fases": hay 13 cocinas que se comparten en función de la ubicación de las habitaciones, igual que los comedores, donde hay alacenas en las que cada estudiante puede guardar menaje o alimentos, para los que también pueden compartir nevera.

Las horas punta son algo ajetreadas en las zonas comunes, pero sin grandes conflictos. Me fío de lo que me cuenta Samantha, una estudiante de Odontología que cumple su quinto año en el Burgo das Nacións: "cada uno intenta mantener las cocinas lo más limpias posibles, pero en las mañanas siempre pasan las señoras que limpian, que menos mal que están, que además de limpiar nuestras habitaciones también cuidan de que no quede comida un poco dañada... las neveras". Todos los días a las siete de la mañana pasa el servicio del limpieza por las cocinas, en las habitaciones, dos días por semana.

Samantha no pensó en ningún momento en dejar el Burgo, de hecho, asegura que "lo va a echar de menos cuando tenga que marchar", algo que no sabe aún cuándo será: es venezolana y su intención es terminar el grado y, quién sabe, a lo mejor hacer un máster. Queda todo un curso por delante para pensar.

Dores Chedas: Durante a pandemia, os estudantes teceron redes solidarias na residencia, foi emocionante

RESIDENCIA CON MÁS DE 400 HABITACIONES Y "CATACUMBAS"

Dores Chedas, la responsable del Burgo das Nacións desde hace cuatro años, habla también de un ambiente de convivencia "moi bo" en la residencia. Asegura que "é un tópico iso de falar de que a xente nova é irresponsable e tal".Para muestra, recuerda un momento emocionante que todavía tenemos a la vuelta de la esquina: cómo reaccionaron los jóvenes durante la pandemia.

No todo el mundo pudo pasar el confinamiento más duro en casa, unas 70 personas, estudiantes extranjeros o de fuera de la península o que tenían personas vulnerables en sus domicilios, permanecieron en la residencia mientras la mayoría hacía las maletas de un día para otro. "Os estudantes que se iban chamaban e dicían...deixei comida na cociña, asegurádevos de que non se perda, repartídea entre todos... E eles mesmos se organizaron para que a comida non se desperdiciase, apoiábanse mutuamente, porque isto chegou a ser moi solitario, estaban confinados nas súas habitacións, non podían usar as cociñas xuntos, ían un por un... Teceron redes solidarias, foi bastante emocionante, a verdade", asegura Dores.

Así es la vida en una residencia universitaria de Santiago (USC)

Residencia universitaria de O Burgo das Nacións, en Santiago

A las puertas de O Burgo me encuentro con gente que pasa y mira de reojo a la entrada: Beatriz es ahora profesora, pero a principios de los 90 era una estudiante de Magisterio recién llegada de Rianxo a esta residencia. Recomienda vivamente la experiencia: "relaciónaste con outra xente, coñeces persoas doutras nacionalidades... porque compartir piso está moi ben, e tamén coñeces xente da Facultade, que tamén está moi ben, mais aquí tes un abano máis amplo, desenvólveste doutra maneira...É mais completo, penso!" Y confiesa que su hija está algo enfadada porque la familia se ha trasladado ya desde hace unos años a vivir a Santiago... y no podrá repetir, al menos ahora en Compostela, la experiencia de la que le ha hablado su madre.

David tiene el buen recuerdo todavía bien fresco, porque él pasó por el Burgo hace cuatro años, cuando empezó a estudiar Xornalismo. Ahora está trabajando y va a empezar otra titulación, Filoloxía Galega. "La residencia me sirvió para hacer amigos con los que no he perdido ya nunca el contacto", asegura, pero prefirió marcharse a un piso para tener "algo más de libertad". Reconoce además que, para la gente con rentas algo más ajustadas, las residencias son una muy buena opción.

Porque en función de los ingresos familiares, la mensualidad varía desde los poco más de 60€ al mes, hasta casi 300. Esto, para acceder a los mismos servicios y el mismo tipo de habitación, porque todas salen a sorteo al final de cada curso, salvo las que están reservadas para personas con necesidades especiales, como las de movilidad reducida, que cuentan con baños y accesos adaptados a sillas de ruedas.

Entre los espacios que recuperarán plena actividad este curso en O Burgo está uno con un nombre oficioso que mete miedo, pero nada más lejos de la realidad: las catacumbas. Resulta que el sótano de la residencia cuenta con un espacio que utilizan los estudiantes como local de ensayo: no hay instrumentos musicales, pero cada uno trae el suyo y dispone de un lugar listo para tocar. Por lo que cuenta Dores, el sitio debe de estar concurrido: "hai máis músicos dos que poidas pensar", asegura. Y si no, siempre pueden bajar a jugar al pin-pon, que en estas catacumbas universitarias, mesa sí que hay.