Semenivka es una ciudad industrial de algo menos de 8.000 habitantes. Se ubica en la provincia de Chernigov, al norte de Ucrania, situada apenas a unos 15 kilómetros de la frontera con Rusia. Allí, día tras día, se convive bajo los drones del ejército de Putin. Se ha convertido en normalidad vivir con la mayor de las incertidumbres: la de amanecer un día que no sabes si podrás terminar. Lo que antaño era hogar se ha convertido, poco a poco, en una jaula de humo y sangre. Para muchos. También lo fue para Stanislav. Un niño, como tantos otros, al que le tocó, con apenas ocho años, madurar en el horror, mientras huía o se escondía en búnkeres junto a sus padres y hermanos. Su niñez no existió. Hasta que encontró Llerena y Llerena le encontró a él. En el momento de mayor dureza de la guerra, con el mundo entero movilizándose para ayudar a los ucranianos, su madre, Alona tuvo que tomar la difícil decisión de mandar a su hijo mayor hasta un pequeño pueblo de España, en la provincia de Badajoz, que ni siquiera sabía ubicar: "Tenía miedo, pero me dijeron que había una mujer dispuesta a acoger a mi hijo...". Además de Stanislav, Alona tiene otros cuatro hijos. Solo pudo mandarle a él. Con miedo, pero con la confianza de que, en ese "pueblito" de Extremadura estaba una familia dispuesta a recibirle con todo el cariño, la de Lorena, que es quien nos recibe en su casa. Con alegría, con una sonrisa permanente en su rostro y con una idea que repite una y otra vez: "Lo haríamos mil veces más". Stanislav llegó a Llerena en el peor momento de la guerra. Se encontró con Lorena, con su familia y el cariño de todo un pueblo. Cuentan los vecinos que, al principio, "era un niño asustado". El alcalde, Daniel Lara, relata cómo "le daban miedo los petardos" porque le recordaban al horror de la guerra. Poco a poco, Stanislav fue asentándose en su nueva casa, pero la situación en Ucrania seguía agravándose. Cada vez era más difícil contactar con su madre, con su familia. Las llamadas se cortaban. Los mails no llegaban. Hasta que, casi de repente, llegó un mensaje que lo cambió todo. Alona, la madre de Stanislav, logró ponerse en contacto con Lorena: "Por favor, sacadnos de aquí, nos van a matar a mí y al resto de mis hijos". Aquel mensaje moviliza a todo el pueblo, con su alcalde al frente. Tras muchas llamadas, mucho papeleo y un incansable trabajo, logran el milagro. Porque, por momentos, pareció eso, un milagro. Rescatan a la madre de Stanislav y a sus hermanos, que consiguen escapar de Ucrania y llegar a Llerena, un frío 30 de diciembre de 2023, para protagonizar un reencuentro digno de una buena película de Navidad. Las imágenes del reencuentro se hacen virales en toda España. El abrazo roto de Stanislav con su madre se convierte, en plena Navidad, en símbolo de la solidaridad, de la generosidad de un pueblo que ha conseguido salvar, literalmente, a una familia entera. Casi dos años después de aquel reencuentro, la historia ha cambiado por completo. Stas -que suena más "guay", dice- tiene 11 años. Si no fuese por sus ojos azules y ese pelo rubio tan característico, uno diría que es extremeño de cuna. Él, de hecho, así se siente: "Yo soy extremeño, mi familia está aquí en Extremadura". Lo dice, además, con ese acento tan particular del sur de Badajoz. Pese a su edad, desprende una enorme madurez. Habla con pausa y con poso. Domina el "acho", que es prioritario para un buen extremeño. También el jamón. El idioma es coser y cantar para él. Tanto que ejerce de "profesor" con sus padres y hermanos. Él ha sido la puerta abierta que ha encontrado su familia en Llerena. Maite Domínguez es la directora del Colegio Suárez Somontes de Llerena, donde estudian Stas y el resto de sus hermanos. Cuenta que es un "niño brillante" y que, efectivamente, ha ayudado a que sus hermanos más pequeños, Ruslan y Sofía, se aclimaten a su nueva vida en tierras extremeñas. También Sergio Rodríguez, concejal y persona clave en la llegada de la familia, dice que "son uno más": "Las niñas te abrazan cuando te ven por la calle y ellos, Stas y Ruslan, están siempre jugando disfrutando de la vida que tienen ahora y que no tuvieron en sus inicios". Ahora, son uno más. Hace unos meses nació Daniel, el pequeño de la familia. Se llama Daniel por el alcalde, que es, seguramente, la mejor muestra de agradecimiento de esta familia a todo el pueblo de Llerena. Stas lo define a la perfección. Cuando se le pide que defina Llerena usa dos palabras mágicas "amistad" y "ayuda": "Aquí tengo muchos amigos, me han ayudado, han traído a mi familia...". Cuenta que le gustaría vivir para siempre en Extremadura, en España. Y a la pregunta más importante de todas, responde rotundo: "Sí, yo soy muy, muy feliz". Stas y su familia han encontrado, bajo la inmensidad de la sombra que nace de las encinas, un refugio, un hogar, una patria que está más allá de las bombas y la guerra de las banderas, que está donde uno vive de verdad, con su gente.