La despedida al Papa Francisco desde la voz de un párroco valenciano
Muchos son los valencianos sorprendidos en Roma con el fallecimiento del Papa como Javier Grande, párroco de Nuestra Señora de la Asunción en Riba-roja de Túria
Valencia - Publicado el - Actualizado
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El Año Jubilar de la Esperanza prometía ser uno de los grandes acontecimientos eclesiales de esta década. Y, sin embargo, en medio del fervor espiritual, de las peregrinaciones y de las celebraciones, Roma amanecía el pasado lunes con una noticia que sacudiría al mundo entero: el fallecimiento del Papa Francisco. Aquel Papa que tantas veces había repetido que deseaba una Iglesia “en salida” culminaba su propio camino con una última peregrinación, esta vez definitiva, al encuentro con Dios.
La conmoción se ha extendido por todos los rincones del Vaticano y más allá, entre los miles de fieles que, por razones diversas, se encontraban en la Ciudad Eterna. Uno de ellos es el párroco valenciano Javier Grande, de la parroquia de Riba-roja de Túria, quien se encuentra en Roma con un grupo de 32 peregrinos. Pese al dolor, su testimonio es un reflejo del sentido profundo de esta inesperada despedida.
Una peregrinación que cobró un sentido nuevo
Cuando contactamos con Javier, lo encontramos en plena cola para acceder a la Basílica de San Pedro, donde yace el cuerpo del Santo Padre. “Estamos realmente emocionados. Habíamos venido por el Jubileo, pero ahora sentimos que nuestra presencia aquí tenía un propósito aún más profundo: despedir a Francisco”, comenta, con una serenidad que denota oración, reflexión y, sobre todo, fe.
El grupo de valencianos portando una bandera española
La peregrinación estaba planeada desde hace meses. Era la Semana de Pascua, un momento especial del calendario litúrgico, ideal para participar en el Año Jubilar que la Iglesia celebra cada 25 años. “Justo al subir al avión comenzaron a sonar los móviles. La noticia del fallecimiento del Papa nos dejó helados”, relata.
Lejos de plantearse cancelar el viaje, el grupo lo entendió como una oportunidad providencial. “Sentimos que teníamos que estar aquí. Que, de alguna forma, el Señor nos llamaba a acompañar al Santo Padre en su última peregrinación, la definitiva, hacia el Cielo. Él que ha sido tan peregrino…”, añade Javier, emocionado.
Una Roma sorprendida, un Vaticano desbordado
La ciudad de Roma ha vivido estas últimas jornadas con un ambiente inusual. A la belleza habitual de las plazas, las basílicas y las calles empedradas, se ha sumado una oleada de silencio, lágrimas y esperanza. “El domingo lo vimos en el Ángelus, impartiendo la bendición Urbi et Orbi. Nadie esperaba que muriera tan pronto”, explica Javier. “Aunque sabíamos que su salud era frágil, su repentino fallecimiento ha sido un auténtico shock”.
Y este sentimiento no es exclusivo del grupo de Riba-roja. Las colas que rodean el Vaticano son kilométricas. El acceso a la basílica ha sido caótico durante las primeras horas. “No sabíamos ni cuál era la cola buena”, reconoce Javier con una sonrisa. “Pero finalmente logramos ponernos en camino. Al haber estado en la celebración de la llegada del cuerpo del Papa a San Pedro, pudimos colocarnos bastante cerca. Ahora estamos ya muy cerca de poder despedirnos”.
Cola para el acceso a la entrada para la despedida del Papa Francisco
La logística se ha visto superada, algo poco habitual en el bien engranado Vaticano. Pero el desconcierto también es una muestra de la magnitud del momento. Francisco no era un Papa cualquiera. Era, para muchos, un pastor cercano, un líder espiritual que había reformado, interpelado y acariciado con su palabra. Vivir la fe en medio del desconcierto
La agenda del grupo de Javier se ha ido adaptando a los acontecimientos. Lo que iba a ser una semana de visitas jubilares, con celebraciones en basílicas mayores y encuentros con otros peregrinos, se ha convertido en una semana de duelo y oración compartida.
“Hoy hemos estado toda la mañana en el Vaticano, acompañando este momento tan especial. Esta tarde iremos a la Iglesia Española de Santiago y Montserrat para compartir también con nuestra comunidad aquí en Roma”, señala Javier. “Mañana visitaremos el Coliseo y San Clemente, recordando a los mártires. Y el viernes queríamos celebrar en Santa María la Mayor, aunque ahora no sabemos si será posible, porque se ha anunciado que será el lugar del entierro del Santo Padre”.
A pesar de los cambios, hay un profundo sentido espiritual que sostiene a estos peregrinos. “Nos sentimos muy abiertos a lo que el Señor nos quiera pedir en estos días. Esta es una peregrinación viva, en todos los sentidos”.
El legado de Francisco: una Iglesia que se arriesga
Preguntamos a Javier qué es lo que más le ha marcado del pontificado de Francisco. Su respuesta es inmediata y clara. “Para mí, hay una frase que define su visión de Iglesia y que me ha tocado profundamente: Prefiero una Iglesia accidentada por salir a las calles, que una Iglesia enferma por encerrarse en sí misma”.
Entrada para la despedida del Papa Francisco
Estas palabras, pronunciadas por el Papa al inicio de su pontificado, marcaron un antes y un después. “Nos pidió una Iglesia valiente, que salga, que arriesgue, que no se encierre en sus miedos. Esa valentía nos la contagió. Y ahora nos toca a nosotros mantener ese impulso”.
Javier reconoce que Francisco no fue un Papa fácil de encasillar. “Era un Papa que descolocaba, que rompía seguridades. Y eso, al principio, puede desconcertar. Pero con el tiempo uno ve que lo hacía por amor a la Iglesia, por fidelidad al Evangelio, y por una intuición muy clara: el mundo necesita una Iglesia presente, no una Iglesia escondida”.
Un adiós multitudinario, pero íntimo
Se prevé que el funeral del Papa tenga lugar el próximo sábado, en una ceremonia que, sin duda, congregará a jefes de Estado, cardenales, religiosos y fieles de todo el mundo. Javier y su grupo intentarán asistir, aunque son conscientes de que las plazas serán muy limitadas.
“Estar aquí ya es un regalo. Haber podido ver su cuerpo, rezar junto a él, acompañarle en estos días… todo eso nos ha marcado profundamente. Es un momento que nunca olvidaremos”.
Mientras tanto, Roma sigue llenándose de peregrinos. Algunos venían para el Jubileo. Otros han llegado en cuanto han conocido la noticia. Todos, sin excepción, comparten una misma emoción: la de despedir a un Papa que marcó una época.
el Pastor que se fue caminando
El Papa Francisco, que tantas veces habló del Evangelio como un camino, culmina ahora el suyo. Sus zapatos, ya gastados por tantos pasos dados entre los más pobres, los enfermos, los presos y los olvidados, descansan junto a su cuerpo. Y su mensaje, tan directo como profundo, queda sembrado en millones de corazones.
“Que este Jubileo de la Esperanza”, concluye Javier, “no solo sea una fecha especial del calendario, sino un momento de renovación real. Francisco nos ha dado mucho, ahora nos toca a nosotros recoger ese testigo”.