HISTORIAS HUMANAS
Pasar de ser médico a amenazado y sin hogar
La historia de Abraham, el ejemplo de que nadie está a salvo de la tragedia
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Estar tirado en un banco para ser usuario de los recursos que ofrecen diferentes entidades humanitarias ya no es necesario porque el perfil de muchos afectados que ven truncada su vida son personas que hasta ayer llevaban una vida muy normal, con casa, trabajo e incluso salud. Es el caso de Abraham, nombre ficticio para salvaguardar su identidad por motivos de seguridad, que con su título en medicina se vio obligado a huir de su país por miedo a que le metieran una bala en la cabeza. A día de hoy, es la guerra de Ucrania que afecta a millones de personas que huyen de sus casas, la que protagoniza la actualidad informativa en todos los medios de comunicación. Instituciones como Cáritas atienden y trabajan la problemática de Ucrania para prestar toda su ayuda, además de atender su destacada labor del día a día, que no es poca.
Hemos compartido una distendida charla con Abraham, una de esas personas que están atendidas en el Centro de Atención Integral de Cáritas en Gandía (CAI) y ejemplo de que en cualquier momento podemos ser víctimas de las circunstancias. La historia de Abraham nace en un país de África que también vamos a omitir para evitar su posible rastreo y localización. Actualmente tiene 28 años y se fue a estudiar a Cuba la carrera de medicina con 20 años, tras ganar una beca del gobierno fomentada por la falta de médicos en su país.
Acabó la carrera, regresó a su país y empezó a trabajar para el Ministerio de Defensa tras unos meses de paro. La familia de Abraham vive en una zona del territorio que forma parte de las guerrillas que están en contra de la dictadura que gobierna el país. A Abraham nunca le interesaron los asuntos políticos, más allá de dedicarse a su verdadera vocación que es la de ejercer como médico e intentar mejorar la vida de los demás. Tras unos ataques de la guerrilla por intentar hacerse con el poder, fue movilizado para atender a los heridos en la capital.
Pasó el tiempo y tras un intento de reconciliación nacional con las guerrillas se llevó a cabo una especie de misión para pacificar la tensa y violenta situación pero el gobierno, supuestamente, en una acción de venganza tal y como relata Abraham, hizo una masacre con parte de la guerrilla con la que se había reconciliado. A Abraham le tocó de cerca cuando en esa acción mataron a su tío e hirieron a su hermano. Tras escuchar la noticia, Abraham fue acusado de posicionarse contra el gobierno por criticarlo y atender a heridos de la guerrilla, cosa que tuvo que negar rotundamente. Lo llamaron para que fuera a reunirse con el servicio secreto, no le dejaron ir a casa y fue cuando vio claro que no iba a salir vivo, tomando la decisión de huir del país.
En su huida fue a casa de un compañero de un país vecino, con el que había estudiado en Cuba. Le sugirió venir a España para estudiar un master y poder entrar. Llegó el 22 de diciembre de 2021 a Valencia y estuvo alojado en casa de otro compañero de estudio, hasta que abandonó la casa porque ya no podía estar más tiempo. ¿Próxima parada? El CAI de Gandia.
Actualmente está tramitando la homologación del título de medicina general, aunque tampoco podría ejercer a día de hoy porque no posee el permiso de trabajo. En el CAI están muy pendientes de darle más formaciones y acompañarlo. Abraham solo puede esperar e intentar llenar su tiempo. Sus ojos, a ratos humedecidos, denotan incertidumbre. Se encuentra bien, mientras esboza una tímida sonrisa, dice que echa de menos a la familia y ponerse una bata para ejercer. Aparece Diego, nombre ficticio, es otro compañero que forma parte de la gran familia en el CAI y que tuvo que huir de las montañas de Colombia donde se ganaba la vida con su ganado. A Diego le apareció un día la guerrilla y le puso una pistola en la cabeza, comunicándole que se quedaban con sus tierras, dándole un plazo de 72 horas para marcharse.
“Pero al final así es la vida…” dice Abraham.
Paro la grabadora y seguimos charlando. Sus recuerdos comparan nuestra España con su país. Un país en el que es mejor que no tengas una apendicitis porque es bastante probable encontrar la muerte, donde solo hay un neurocirujano para toda la población o donde los niños no sobreviven por no poder comprar un medicamento que vale menos de dos euros. Un drama para un médico que intenta salvar vidas cada día sin posibilidad de hacerlo. Pese a todo, Abraham esta agradecido a la vida y al trato que recibe por parte del CAI de Cáritas Gandia. Le acompañan, cuidan y asesoran en el camino que jamás pensó recorrer. Ése que cuando nos lo cuentan, pensamos: “a mí no me va a pasar”.