Científicos de Alicante descubren que el secreto de la humanidad podría estar en… ¡la carroña!

El hallazgo liderado por expertos vinculados a la UA que sacude la Arqueología.

Los primeros humanos no solo cazaban… también sabían aprovechar cada cadáver.

Isabel Bartolomé

Alicante - Publicado el

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Un nuevo estudio internacional, con participación de la Universidad de Alicante (UA), propone un cambio de paradigma sobre uno de los debates más antiguos de la evolución humana: el papel de la carroña en la historia alimentaria de nuestra especie. 

El trabajo, publicado en la prestigiosa revista científica Journal of Human Evolution, sostiene que el consumo de carroña fue clave en el desarrollo físico, cognitivo y social de los primeros homínidos. Según los autores, lejos de ser una práctica marginal o primitiva, el carroñeo fue una estrategia eficiente y adaptativa que contribuyó de manera decisiva a nuestra evolución.

La investigación, liderada por el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), ha contado con la colaboración de especialistas del Institut Català de Paleoecologia Humana i Evolució Social (IPHES), el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC), el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) y las universidades de Alicante, Miguel Hernández, Granada y Málaga.

Entre las coautoras figura Esther Sebastián-González, investigadora del Departamento de Ecología de la Universidad de Alicante, que destaca el carácter multidisciplinar y revolucionario del estudio: “Hemos aplicado conocimientos recientes de Ecología a la Paleontología y la Arqueología, y los resultados cuestionan ideas muy arraigadas sobre cómo nos hicimos humanos”, explica.

De la carroña a la humanidad  

El artículo revisa las ventajas e inconvenientes del consumo de carroña y concluye que, contra lo que se pensaba, este comportamiento ofrecía grandes beneficios adaptativos.

Mientras la caza exige energía, tiempo y un alto riesgo de fracaso, el carroñeo permite obtener alimento con menor esfuerzo, especialmente en épocas de escasez. Además, los autores señalan que la carroña es más predecible y abundante de lo que se creía, sobre todo cuando mueren grandes mamíferos terrestres o marinos, lo que genera toneladas de recursos aprovechables.

Según el estudio, “cuando un gran animal muere, proporciona alimento suficiente para que distintas especies carroñeras se alimenten de forma simultánea y sin conflicto”. En este contexto, los primeros homínidos desarrollaron estrategias de cooperación y comunicación para localizar y compartir esos recursos. 

Adaptados para carroñear  

Los investigadores apuntan que los seres humanos estamos anatómica, fisiológica y tecnológicamente adaptados para ser carroñeros eficientes.

El pH ácido del estómago humano actúa como defensa natural frente a patógenos y toxinas presentes en la carne en descomposición. La utilización del fuego para cocinar redujo aún más el riesgo de infección, y la capacidad de recorrer largas distancias con bajo gasto energético permitió a nuestros antepasados localizar cadáveres en un territorio amplio.

Incluso la aparición del lenguaje pudo estar vinculada a la necesidad de comunicar y organizar la búsqueda de carroña, mientras que el uso de piedras y herramientas simples facilitó el acceso a la carne, la grasa y el tuétano de los animales muertos. “Las lascas más primitivas ya permitían cortar pieles gruesas y romper huesos para aprovechar cada recurso”, explican los autores. 

Del estigma al reconocimiento ecológico  

Durante décadas, el carroñeo fue interpretado como una conducta secundaria o “inferior”, asociada a especies subordinadas dentro de la cadena trófica. Sin embargo, el nuevo estudio rompe con esta visión jerárquica.

“En los años 60, cuando se descubrieron restos de carne en yacimientos africanos, los investigadores se centraron en demostrar que los homínidos eran cazadores. Se pensó que, al dominar la caza, abandonaron la carroña. Pero hoy sabemos que todas las especies carnívoras, incluidos los humanos, recurren al carroñeo regularmente.”

La Ecología moderna ha demostrado que la carroña desempeña un papel esencial en los ecosistemas, reciclado nutrientes y proporcionando alimento a multitud de especies. “Comer carroña no fue un signo de debilidad, sino de inteligencia y adaptación”, destacan los investigadores. 

Comer carroña nos hizo humanos  

La conclusión del estudio es tan provocadora como reveladora:

“Si durante décadas se ha repetido que comer carne nos hizo humanos, hoy podemos afirmar que comer carroña también nos hizo humanos.”

Para los autores, el carroñeo fue una estrategia evolutiva clave que impulsó la cooperación, la comunicación y el ingenio tecnológico de nuestra especie. Además, ayudó a los primeros homínidos a sobrevivir en entornos cambiantes y hostiles, aprovechando los recursos disponibles de manera eficiente.

Así, lo que durante siglos se consideró una práctica primitiva, hoy se entiende como un comportamiento ecológicamente inteligente que sentó las bases de nuestra evolución.

En palabras de la investigadora alicantina Esther Sebastián-González:

“La carroña nos recuerda que la historia de la humanidad no es solo la del cazador que persigue su presa, sino también la del oportunista que aprende, comparte y sobrevive gracias a su ingenio”.