Los mitos de la tartamudez: no es un problema de personalidad, sino un trastorno neurológico

Un 5 % de los niños presenta problemas de fluidez en el habla, pero la intervención temprana es clave para que el trastorno no persista en la edad adulta

José Miguel Cruz

Barcelona - Publicado el

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La tartamudez, a menudo estigmatizada y rodeada de desconocimiento, es un trastorno de la fluidez del habla con una base fundamentalmente neurológica y genética, y no un problema de personalidad. Así lo ha explicado Núria Dionís, logopeda del Col·legi de Logopedes de Catalunya y vicepresidenta de la Associació de Tartamudesa de Catalunya, quien subraya la importancia de un diagnóstico temprano y un correcto abordaje para gestionarla.

El origen genético y neurológico

Contrario a la creencia popular, la tartamudez es una dificultad en la coordinación motora del habla. Según Dionís , los estudios confirman que existe una fuerte base genética, que se estima entre un 70 % y un 80 % de los casos. De hecho, se han localizado entre quince y dieciocho genes que predisponen a las personas a este trastorno.

A pesar de su origen neurológico, el aspecto emocional juega un papel crucial. La experta señala que "la forma en que mi entorno me enseñe a gestionar esta tartamudez que tengo tendrá un impacto emocional en mí". Un manejo adecuado en el entorno familiar y social puede minimizar sus efectos, mientras que el miedo o la burla pueden provocar la aparición de movimientos y comportamientos asociados para intentar evitar o disimular el tartamudeo.

Hay un gran desconocimiento sobre la tartamudez en la sociedad

Núria Dionís

Detectarla a tiempo es clave

La intervención temprana es fundamental. La tartamudez puede remitir completamente entre los 2 y los 6 años si se actúa en cuanto aparecen las primeras interrupciones en el habla. La probabilidad de que desaparezca en esta etapa es superior al 90 % si los niños reciben la ayuda adecuada. Si las disfluencias persisten más allá de los 7 años, ya se considera una tartamudez persistente.

Las cifras indican que un 5 % de los niños presenta difluencias, pero el porcentaje se reduce a un 1-1,5 % en la edad adulta para quienes la tartamudez persiste. Núria Dionís lamenta que siga existiendo un gran desconocimiento: "Hay un gran desconocimiento sobre la tartamudez en la sociedad, no solo por parte de los padres, sino también de pediatras y de logopedas". Esta falta de información dificulta la detección y la intervención tempranas.

Sobre todo se aprende a gestionarla sin miedo

Cómo diferenciarla de las dudas al hablar

No todas las interrupciones en el habla son un signo de tartamudez. Existen las disfluencias comunes, propias del aprendizaje del lenguaje. La logopeda ofrece varias claves para diferenciarla: no es lo mismo la repetición de una palabra entera sin tensión, como "aquí, aquí, aquí", que la repetición con tensión de una parte de la palabra, como "a-a-aquí", lo cual sí es un indicativo de tartamudez.

Otros signos de alerta incluyen observar un esfuerzo motriz en la boca, la cara o el cuello del niño al intentar hablar, repetir una sílaba más de tres veces o quedarse "enganchado" en un sonido consonántico sin vocal, como "sssss". Con terapia logopédica, es posible reducir los efectos de la tartamudez. Como concluye la experta, "sobre todo se aprende a gestionarla sin miedo".

Finalmente, Núria Dionís   hace un llamamiento a las familias para que, ante cualquier duda, acudan al Col·legi de Logopedes de Catalunya, que está realizando un gran esfuerzo para formar a profesionales y ofrecer información veraz y contrastada sobre este trastorno del habla.

Este contenido ha sido creado por el equipo editorial con la asistencia de herramientas de IA.