FAMILIAS DE ACOGIDA 

Una familia de acogida de Valladolid, ante el reto de la despedida: “No se deja de querer”

La cifra de menores acogidos en 2023 ha sido de 127, 41 por familias con las que no tenían ningún parentesco

 

Elena Santos, madre de acogida de Valladolid explica en Herrera en COPE cómo vive la experiencia de recibir a sus hijos por un tiempo

Laura Ríos

Valladolid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

La Junta de Castilla y León cuenta con una extensa red de centros de acogida para menores (863 plazas) que, por diversas circunstancias, deben estar bajo tutela de la Administración autonómica. Sin embargo, que vivan en el entorno familiar es el contexto más adecuado. Cuando un menor entra en la red de acogida, puede hacerlo con familiares o con personas que, de forma voluntaria y desinteresada, se prestan a ayudarlos. 

En Valladolid, la cifra de menores acogidos en 2023 ha sido de 127, 41 no tenía ninguna relación de parentesco. Elena Santos está casada y tiene 4 hijos, 3 biológicos de 21, 19 y 14 años, y una hija adoptada desde hace 16 años. Comenzaron siendo familia de acogida de dos menores. Fue todo un desafío. Un niño de diez años y un bebé que acogieron durante dos años y medios. En ambos caso, hubo que enfrentar la despedida. "Es una transición muy brusca, por eso es muy necesario que sigan teniendo contacto con la familia acogedora”. “No se deja de querer a uno por querer a otro”, nos explica esta madre que tiene una hija adoptada desde hace 16 años. Admite en este caso que le hubiera gustado que hubiera tenido contacto con su familia biológica.

En el caso de su hijo de acogida de diez años, ya no hay contacto. Ingresado en un centro de acogida, el contacto inicial era telefónico, pero el equipo provincial recomendó interrumpirlo y asumirlo como que había terminado “un periodo de vacaciones”.

Dos acogidas, dos conductas

Elena ha sido madre de acogida en dos ocasiones. De un niño de diez años y de un bebé con el que estuvieron en casa dos años y medio. Reconoce que inicialmente acoger a un bebé pudo parecer fácil, pero pronto se vio el “daño profundo”. Explica que no podía expresar, pero comienzan a manifestar conductas que no son propias de un bebé. 

Observan una desconexión de la realidad cuando se producen los contactos con su familia biológica. “Cuando salían de la visita, llegaban a casa y es como cuando apagas la televisión”, comenta. Hay manifestaciones de ira, de rabia.

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