La leyenda del Pozo Curavacas: "Amores prohibidos y un monstruo en la Montaña Palentina"

La tradición oral de la zona relata que el lago está conectado con el mar Cantábrico y cuando hay galernas en la costa, las aguas braman y una serpiente reclama su tributo

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Antigua leyenda que cuenta como el Pozo Curavacas está conectado con el mar y lo habita una gran serpiente

Manuel Lobejón

Palencia - Publicado el

5 min lectura

En las cumbres agrestes de la Montaña Palentina, donde el aire es más frío y los cielos parecen tocarse con la mano, existe un enclave que desde hace siglos inspira respeto y fascinación: el lago Curavacas. 

En torno a este pozo de aguas profundas y cristalinas, enclavado a casi dos mil metros de altitud, con el paso de los años se ha tejido una historia en forma de leyenda.

El relato, recogido y documentado por el investigador Laurenlino Ruesga Herreros en Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses nº 68, sigue aún hoy vivo en la memoria colectiva de los pueblos de la zona. 

De hecho, no hay vecino en la cercana zona de Vidrieros o en el valle de Pineda que no conozca la historia de aquel "moro fugitivo" y aquella "cristiana enamorada", ni que ignore la advertencia: “cuando el lago brama en invierno, la serpiente del Curavacas reclama su tributo”. 

 Un amor condenado:  cuando el lago brama en invierno, la serpiente del Curavacas reclama su tributo

La leyenda arranca en tiempos de la Reconquista, época marcada por guerras, persecuciones y fronteras culturales que parecían insalvables. Un joven de origen musulmán, prófugo de aquellas luchas, decide escapar con la esperanza de regresar a su tierra. A su lado camina una doncella cristiana, profundamente enamorada de él, que ha renunciado a todo, a su casa, a su familia e incluso está dispuesta a renegar de su fe para seguirlo.

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Pozo Curavacas

Ambos recorren caminos difíciles, guiados por la ilusión de alcanzar la costa por el norte de la península y encontrar allí la libertad. Pero su destino cambia al llegar al Curavacas. Fascinados por la belleza del paisaje, se detienen junto al lago: el reflejo del cielo azul, las montañas recortadas y la quietud de las aguas componen una estampa ensoñadora. Ella se inclina para contemplar su rostro reflejado, junto al de su amante. Entonces, algo inesperado sucede. 

 El monstruo del lago  

Cuenta la tradición oral que, de repente, una nube blanca emerge del centro del pozo y oscurece las aguas. El remanso se transforma en caos: el lago se agita, ruge como mar embravecido, y del fondo surge una serpiente gigantesca, una criatura monstruosa que amenaza con devorarlos.

La joven, paralizada por el miedo, resbala y cae al agua. El joven, desesperado, intenta salvarla, pero la serpiente la arrastra a las profundidades mientras un estruendo aterrador resuena por todo el valle. Sus gritos, dicen, se escucharon en Vidrieros y en los pueblos cercanos. Después, la calma regresó. El lago recuperó su aspecto apacible, como si nada hubiera ocurrido.

El joven musulmán, hundido en su dolor a la orilla, interpreta la tragedia como un castigo divino: su amada había estado dispuesta a abandonar la fe cristiana por seguirle, y el monstruo no es sino el brazo ejecutor de la justicia celestial. Arrepentido, decide cambiar su vida. Poco después recibe el bautismo y se convierte en cristiano. Sus días restantes los pasa como anacoreta, retirado en una cueva, dedicado a la penitencia y a la oración, hasta morir con el recuerdo de su amada perdida.

Otro elemento fascinante es la creencia en la conexión del lago con el mar Cantábrico. Según la tradición, cuando hay galernas en la costa, las aguas del Curavacas también se agitan y la serpiente vuelve a aparecer. Y aún más: se contaba que las vacas que bebían de sus aguas desaparecían sin dejar rastro, como si el lago se tragara sus cuerpos hacia un abismo sin fondo.

 Naturaleza y mito  

El Curavacas, con sus más de 2.500 metros de altitud, es una de las cumbres más emblemáticas de la Cordillera Cantábrica. Su entorno está marcado por un clima extremo, donde en cuestión de minutos el sol puede dar paso a tormentas violentas, nieblas densas o una intensa lluvia.

Esa brusquedad meteorológica, común en las montañas, podría estar en el origen natural de la leyenda. Los lugareños, incapaces de explicar los cambios repentinos en el lago o los ruidos que provoca el viento en las aguas, atribuyeron esos fenómenos a la presencia de una criatura sobrenatural.

  Una leyenda que inspira arte  

La fuerza de este relato no solo se mantiene en la tradición oral, sino que también inspira a creadores contemporáneos. Un ejemplo reciente lo encontramos en el concurso “Con forma de P”, celebrado en la calle Mayor Principal de Palencia esta misma semana. 

Ayto. Palencia

Leyenda de la serpiente del lago

Un total de diez obras participaron en la jornada artística  en la que se decoran unas esculturas con forma de la letra inicial de la capital. Precisamente este año el ganador del primer premio, dotado con 1.500 euros, ha sido Raúl Alonso Marcos por su obra “Leyenda de la serpiente del lago”, pieza dedicada precisamente a este mito de la Montaña Palentina. 

 El camino hacia el Pozo Curavacas  

Más allá de la leyenda, llegar al lago es una experiencia única para quienes aman la montaña. El valle de Pineda, corazón del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, es el escenario del recorrido. Aislado y de gran valor ecológico, conserva un paisaje casi intacto, moldeado por glaciares y habitado por corzos, venados y, en ocasiones, el esquivo oso pardo.

La ruta hasta el lago no es fácil: son 36 kilómetros de ida y vuelta, con un desnivel de 500 metros y un tramo final especialmente duro conocido como las escaleras del Ves

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Ortofoto de la zona

El acceso parte del pueblo de Vidrieros, atravesando el puente Pucherín y adentrándose en el valle. El camino discurre paralelo al río Carrión, que habrá que vadear en varias ocasiones. El paisaje y el ambiente es enriquecedor: praderas, restos de chozas pastoriles, enormes laderas y el rumor del agua. Superado el paso estrecho, encajonado entre el pico Lezna y el Curavacas, restan apenas tres kilómetros. El último, de fuerte subida, exige esfuerzo, pero la recompensa merece la pena: la visión del lago.

De madrugada, los montañeros más pacientes pueden avistar fauna salvaje. Y quienes alcanzan la laguna descubren que aún hoy conserva esa atmósfera de misterio: aguas frías y profundas, silencio solemne y la sensación de estar en un lugar único, custodiado por el eco de la leyenda. 

Cada invierno, cuando las aguas del Curavacas se agitan bajo el viento helado, hay quienes aún creen escuchar el rugido de la serpiente y los ecos del grito desesperado de aquellos amantes. La montaña guarda silencio, pero el lago sigue hablando a través de la tradición oral.