Noventa años de luz: la noche en que Burgos iluminó su Catedral

La tarde del 25 de noviembre de 1935, el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, inauguró el sistema que transformó la piedra en resplandor

Fidel López

Burgos - Publicado el

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Hace exactamente noventa años, la Catedral de Burgos se alzó, por primera vez, bañada en una luz que transformó su piedra en resplandor. Aquella tarde del 25 de noviembre de 1935, el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, inauguró la iluminación exterior del templo, un prodigio técnico y simbólico que convirtió la silueta gótica de la seo en una aparición luminosa sobre el cielo castellano. 

El jefe del Estado llegó a la ciudad cuando el reloj marcaba las seis de la tarde, acompañado por los ministros de Estado e Instrucción Pública, el secretario general de la Presidencia y el jefe del Cuarto Militar.

En la estación le aguardaban las autoridades locales y una compañía del Regimiento de Infantería de San Marcial, que le rindió honores entre el eco de los tambores y el frío del otoño burgalés.

Catedral de Burgos

Tras pasar revista a las tropas, Alcalá Zamora se dirigió al Ayuntamiento, donde fue recibido oficialmente por el alcalde y los representantes municipales. Minutos después, la comitiva avanzó a pie por el paseo del Espolón, envuelta en expectación popular, hasta llegar al Arco de Santa María, donde aguardaba el interruptor que daría vida a la nueva iluminación.

Fue allí, ante una multitud silenciosa, cuando el presidente accionó el mecanismo. En un instante, cincuenta proyectores se encendieron a la vez, y la Catedral emergió en la noche como una presencia viva. Sus torres, delineadas por la luz, se recortaron contra el firmamento con una claridad nunca antes vista. El sistema, diseñado por el ingeniero Carlos Aparicio y ejecutado por la empresa burgalesa J. Manrique del Río, Montajes Eléctricos, se convirtió en un referente nacional de iluminación monumental. Los focos, con lámparas de 1.000 vatios, estaban dispuestos a 80 metros de distancia en una torre de celosía, y permitían admirar la grandiosa fachada incluso desde los trenes que llegaban del norte de Europa camino de Madrid.

Catedral de Burgos

Tras contemplar el resultado y visitar el interior del templo, Alcalá Zamora presidió un banquete en el Palacio Provincial, al que asistieron un centenar de invitados. Esa misma noche, el presidente regresó a la capital, dejando tras de sí una ciudad iluminada y un hito que aún hoy se recuerda.

Noventa años después, la luz sigue siendo símbolo de modernidad y belleza en Burgos. Aquella inauguración de 1935 no solo marcó un avance técnico, sino también un gesto de esperanza: la voluntad de que la piedra gótica, testigo de siglos, brillara con una nueva claridad. Y desde entonces, cada vez que cae la noche y la Catedral se enciende, Burgos vuelve a vivir aquella primera chispa de 1935.