La Asociación Forestal Alcarreña lanza la voz de alarma: los montes de Guadalajara, un polvorín listo para arder
Sonia Pérez en COPE, presidenta de la Asociación Forestal Alcarreña: "Antes en los pueblos había pastores, rebaños de ovejas, de cabras… Ese ganado contribuía a reducir el combustible del monte"
Guadalajara - Publicado el
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Este verano, el campo español arde más de la cuenta. En apenas una semana, los incendios forestales han devorado unas 25.000 hectáreas en todo el país, dejando tras de sí montes ennegrecidos, humo persistente y el olor amargo de la madera quemada. Los focos más voraces se han cebado con zonas de Castilla y León, Galicia, Madrid y Extremadura, pero la amenaza no entiende de fronteras: basta con una chispa y un día de viento para que cualquier sierra o paraje salte en llamas.
Guadalajara no es ajena a este riesgo. Sus montes, cada vez más secos y menos cuidados, están hoy en el punto de mira de quienes saben que un verano como este puede poner a prueba hasta el terreno más verde.
La Asociación Forestal Alcarreña ha alertado de que la provincia sigue siendo un territorio muy expuesto a un gran incendio forestal. Sonia Pérez, presidenta de la asociación, recalca que “la situación que presentan los montes actualmente en esta zona es de completo abandono en cuanto a gestión” y advierte de que es el resultado de “esta despoblación que sufren los municipios de la zona, en la que no hay gente, no hay medios ni técnicos ni humanos a los que recurrir para hacer frente a una buena gestión en el monte”.
montes cargados de combustible natural, expuestos a cualquier chispa
El reciente fuego en La Huerce, ya controlado, ha encendido todas las alarmas en un verano de calor extremo, con riesgo alto o incluso riesgo extremo de propagación en gran parte de la provincia. La acumulación de vegetación seca por falta de gestión, el impacto del cambio climático y el abandono rural dejan nuestros bosques cargados de combustible y sin el mantenimiento que antes les daban los pueblos llenos de vida: “Ahora mismo a la mayoría de los montes no se les está haciendo un aprovechamiento forestal adecuado”. Esto, sumado a la ausencia de planificación y a que venimos de un año con mucha lluvia, “ha dado lugar a que el monte tenga mucho pasto, lo que se traduce en combustible”, explica Sonia Pérez.
Esta desatención es una de las principales consecuencias de la despoblación. La falta de habitantes en las zonas rurales provoca que el campo avance de forma desordenada. En caso de incendio, el monte se convierte en un auténtico polvorín. En los últimos años, el campo y los montes de la provincia de Guadalajara se han visto especialmente afectados: antes había pastores, rebaños de ovejas y cabras que reducían el combustible del monte al alimentarse de los pastos. Además, se recogía leña para calentar las casas y existía una pequeña industria maderera hoy casi desaparecida.
Incendio Tres Cantos
Las olas de calor cada vez más intensas elevan el riesgo de que un incendio se convierta en un desastre
Pero no es lo único que incrementa el riesgo. A la falta de medios, la ausencia de gestión y el aumento de la vegetación se suma el cambio climático, especialmente con las olas de calor, cada año más intensas. Si a un monte cargado de combustible le añadimos estas altas temperaturas, el resultado puede ser un incendio forestal peligroso.
En este escenario, el papel de los bomberos forestales es fundamental. Son quienes se juegan la vida en primera línea, muchas veces con medios limitados y contratos precarios, pese a la enorme responsabilidad que asumen. Mejorar sus condiciones y dotarlos de recursos no es un lujo, sino una inversión para proteger nuestros montes y nuestras comunidades.
Y aunque cada incendio es distinto, la memoria trae inevitablemente el recuerdo del trágico episodio de La Riba de Saelices en 2005, que se cobró 11 vidas y arrasó más de 12.800 hectáreas de pinar y matorral en el Parque Natural del Alto Tajo. Sonia Pérez recuerda este episodio: “Los que somos de Guadalajara sentimos el incendio de La Riba como algo terrorífico y lo recordamos como una auténtica tragedia”. Tras aquella catástrofe se cambiaron protocolos, se profesionalizaron las labores de extinción y se reforzaron medios.
Aquella tragedia dejó claro que la prevención siempre es más eficaz, y más barata, que la extinción. Sin una gestión activa del monte y un compromiso firme de toda la sociedad, el riesgo de incendios forestales seguirá acechando cada verano en Guadalajara y en el resto de España.