Hoy he terminado el tramo cántabro del Camino de Santiago tras siete etapas con salida en El Haya y final en San Vicente de la Barquera. No se cuántos kilómetros han sido porque hayan sido los que hayan sido, para mi han sido muchos.

Han sido siete días intensos de los que ya hay momentos que no olvidaré nunca. Esa llegada a la primera meta marcada, Casrto Urdiales, haciendo un directo en Instagram con el presidente Miguel Ángel Revilla. Esa infernal subida entre Castro y Laredo, pasado Rioseco, en la que pensé que lo dejaba. Ese diluvio en la etapa que me llevó hasta Güemes y que terminó con mi calzado abrasado por acercarlo tanto al fuego de la chimenea en el albergue del abuelo peuto para intentar secarlo. Esa compañía inolvidable de Arthur Axman y su fiel Blondo en otra jornada que finalizó de forma atípica al tenerme que poner la segunda dosis de la vacuna frente al Covid. Ese cansancio extremo, a consecuencia de la vacuna, durante la quinta etapa hasta Santillana del Mar que superé por cabezonería. Esa recompensa de llegar a Comillas tras descubrir un municipio maravilloso como Alfoz de Lloredo. Y la recompensa de cruzar el puente de La Maza, cumpliendo así la primera parte de esta maquiavélica aventura.

No puedo no sentirme satisfecho, más si tengo en cuenta mis nulos antecedentes como andarín.

A partir de ahora me quedan cuatro etapas de órdago. Las cuatro que me llevarán este jueves 1 de julio al monasterio de Santo Toribio de Liébana. Etapas de montaña, con subidas y bajadas en las que el tiempo jugará de nuevo un papel fundamental.

De nuevo, el no fallarme a mi mismo, evitando así que algún compañero cobre esa famosa porra de la redacción, va a ser el mejor aliciente para concluir, en esta ocasión, el Camino Lebaniego.

Diario de un caminante, por el camino del norte y el camino lebaniego. Con el patrocinio de la Consejería de Turismo, la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria y la colaboración de copsesa.com y deportescumbres.com, empresas cántabras que han apostado por esta aventura.