Padres, madres, hijos, compañeros de trabajo o de padel, estos son solo algunas de las personas que alguno de los 10 rastreadores con los que cuenta el Ejército del Aire ha tenido que llamar en el último mes. Beatriz Ariza, soldado en esas labores ha pasado por los micrófonos de COPE Canarias, y alude que lo primero que tiene que tener alguien esn estas labores “es empatía, puesto que nos hemos encontrado de todo”. En el caso de Ariza se presentó voluntaria cuando hace más de un mes sus mandos solicitaron personal para luchar contra la pandemia en el marco de la Misión Baluarte.

Explica Ariza que lo primero que se hace al llamar es identificarse, tranquilizar a la persona al otro lado del teléfono, ya que hay reacciones de todo tipo. Incluso apunta que en ocasiones ha tenido que recordar a algún interlocutor que en el caso de no colaborar podría enfrentarse a un delito contra la Salud Pública. Insiste en que la gente suele colaborar, se están cumpliendo los aislamientos domicilarios.

DESCENSO DE CASOS

A la cabeza de este grupo de rastreadores se encuentra la sargento Patricia Escamilla, quien alude a que el principal trabajo del rastreador es la concienciación, la información, Y fruto de esa colaboración entre otras, se ha conseguido reducir los casos desde los casi 300 por cada 100.000 habitantes, hasta los 20 habituales.

La ‘Misión Baluarte’, la nueva operación de las Fuerzas Armadas para luchar contra el coronavirus que supone una suerte de ‘Balmis II’, centraliza las peticiones de las comunidades autónomas para contar con la ayuda de los militares en labores como desinfección, traslado o rastreo de pacientes.

A finales de agosto, el Ministerio de Defensa puso a disposición de las comunidades autónomas 2.000 rastreadores del Ejército de Tierra.