El papel de aluminio es uno de los utensilios más recurrentes en la cocina: para envolver los alimentos, conservarlos más y mejor o, incluso, para cocinar. Sin embargo, a pesar de que todos lo tenemos en el armario y lo utilizamos día a día, hay dudas que envuelven (y nunca mejor dicho) a este papel.

Para empezar, ¿cómo tenemos que envolver los alimentos? El papel de aluminio tiene dos caras, una mate y otra brillante. ¿Hay diferencias entre una y otra? ¿Es recomendable hacerlo de una determinada manera? Hay teorías, extendida a través de las redes sociales, que apuntan a que la cara mate es tóxica porque desprende partículas de aluminio que son nocivas para la salud. Sin embargo, esto es falso.

La OCU (Ordanización de Consumidores y Usuarios) ha desmentido que el papel de aluminio sea tóxico, "a no ser que se ingiera". Además, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) ha confirmado que pueden migrar alumino del papel a los alimentos, pero en cantidades "insignificantes". Sin embargo, el Consejo Europeo recomienda, en un estudio sobre metales realizado en 2013, limitar el uso de papel de aluminio para almacenar alimentos líquidos ácidos, alcalinos o salados.

Pero, en realidad, ambas caras del papel de aluminio son iguales y su diferencia radica en el proceso de fabricación. El lado del papel que está en contacto con el rodillo de la maquinaria se vuelve brillante; mientras que el otro, no.