De enemigo a aliado: la nueva mirada de la Universidad de Oviedo sobre ejercicio y anorexia
Los expertos aseguran que la clave está en un trabajo conjunto entre sanitarios y especialistas en ciencias del deporte
Oviedo - Publicado el
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La anorexia nerviosa es uno de los trastornos de la conducta alimentaria más graves y con mayor índice de mortalidad. Se caracteriza por una restricción severa de la ingesta que provoca un bajo peso y puede derivar en complicaciones médicas muy serias. Afecta sobre todo a adolescentes y mujeres jóvenes, aunque también se detectan casos en edades más tempranas y en adultos.
Durante años, la relación entre anorexia y ejercicio se ha visto como un binomio peligroso, asociado a conductas compulsivas para perder aún más peso. Sin embargo, una investigación de la Universidad de Oviedo que la actividad física, bien orientada, puede convertirse en una herramienta de recuperación.
el estudio
El estudio, publicado en la revista European Eating Disorders Review, revisa 15 trabajos previos y analiza de manera objetiva la actividad física de los pacientes gracias al uso de acelerómetros. El resultado más llamativo es que los adolescentes con anorexia presentan más de diez horas diarias de sedentarismo, mientras que los adultos realizan más actividad ligera o moderada. Estos datos contradicen la idea generalizada de que los pacientes siempre hacen un exceso de ejercicio.
“Lo que observamos es que los adolescentes pasan una gran cantidad de tiempo sedentario, aproximadamente unas diez horas al día, mientras que los adultos realizan más actividad física ligera o moderada”, ha contado en COPE Asturias el investigador Álex del Valle Pagador.
Hombre corriendo
Trabajo conjunto
Lejos de apostar por restringir el movimiento, los investigadores consideran que el reto pasa por integrar el ejercicio en el tratamiento de forma adecuada. Para ello defienden una coordinación estrecha entre profesionales de la salud y expertos en deporte.
“Lo más óptimo es un trabajo conjunto, tanto de los profesionales que tratan la patología en hospitales —psiquiatras, enfermeros— con personas que tienen conocimientos en ciencias del ejercicio y del deporte”, ha señalado Del Valle.
El equipo ya trabaja en la elaboración de guías específicas que verán la luz próximamente y que estarán destinadas a psiquiatras, enfermeros y otros profesionales sanitarios. Su objetivo es dar herramientas sencillas y seguras para incluir la actividad física como complemento al tratamiento tradicional.
Además, preparan nuevas investigaciones centradas en los beneficios del entrenamiento de fuerza en pacientes con anorexia, una línea de trabajo innovadora que podría marcar un antes y un después en la manera de abordar este trastorno.
“Dentro de poco publicaremos guías para ayudar a los profesionales sanitarios a integrar la actividad física en el tratamiento, y también nuevos estudios sobre el papel del entrenamiento de fuerza”, ha adelantado Del Valle.
Un reto urgente
La anorexia nerviosa aparece cada vez en edades más tempranas, incluso a los 12 años, y mantiene elevadas tasas de recaída. Por eso, los investigadores insisten en la necesidad de avanzar hacia terapias más completas y adaptadas a la realidad de los pacientes.
El ejercicio, lejos de ser siempre un enemigo, puede convertirse en un aliado en la recuperación de quienes sufren este trastorno si se aplica con el respaldo de la ciencia y con un trabajo verdaderamente conjunto.