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La mujer acusada de asesinar a su marido en Calatayud niega haber disparado el arma

María del Carmen Villa se enfrenta a 26 años de prisión por matar a Raimundo Medrano, el que fuera número 2 de El Lute

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MARTA LÓPEZZARAGOZA

Tiempo de lectura: 5'Actualizado 18:02

Este lunes ha comenzado en la Audiencia Provincial de Zaragoza el juicio contra María del Carmen Villa, acusada de asesinar a su marido mientras dormía, en Calatayud, en enero de 2015. La víctima era Raimundo Medrano “el Quinqui”, el mejor amigo de El Lute. De hecho, después de él, era el mayor enemigo público en la época de Franco. El hallazgo de su cadáver fue un caso sonado. El juicio determinará si fue su esposa quien acabó con su vida, como ella misma llegó a admitir en su día.

La mujer, que se enfrenta a una pena de 25 años por asesinato y 15 meses por tenencia ilícita de armas, ha negado los hechos ante el juez y el jurado popular que deberá decidir sobre su destino. Lo ha hecho a preguntas de la Fiscalía, que le acusa de asesinar a su marido con alevosía, mientras la víctima dormía y, por tanto, sin posibilidad de defenderse. Además, asegura que era dependiente de su esposa porque “estaba prácticamente ciego”.

Su hermana, Isabel, se enfrenta a una pena de 10 años como cómplice. Fiscalía sostiene que conocía los planes de su hermana y de desplazó en taxi desde Peñalén, en Guadalajara, para ayudarla a deshacerse del cadáver. Juntas, arrastraron el cuerpo hasta el leñero de la vivienda, lo rociaron con gasolina, comprada esa misma mañana, y le prendieron fuego, aunque lo apagaron por miedo a ser descubiertas por los vecinos debido a la humareda.

VERSIONES CONTRADICTORIAS

“Apuntó entre la sien y un oído, un solo disparo certero y en el acto”, ha explicado la Fiscala, Mónica Vidal, quien ha destacado que “ya había hecho un intento antes aunque la pistola falló”. En este sentido, ha señalado que “con toda la paciencia”, salió del dormitorio conyugal, rearmó el arma y volvió a la habitación para asesinarle. Según el Ministerio Público, lo hizo con una pistola que había comprado previamente y que ocultaba en la cocina.

Algo que ha negado la principal acusada en la que ha sido su cuarta versión de los hechos. Tal y como ha recordado la Fiscalía, la acusada ha cambiado de versión hasta en tres ocasiones. El 6 de enero, al día siguiente del asesinato, denunció su desaparición asegurando que se lo habían llevado tres rumanas en una furgoneta que ponía ‘Afilador’.

Días después, reconoció los hechos, tanto la compra de la pistola como el asesinato, pero asegurando siempre que lo había hecho sola, negando incluso que su hermana estuviera en Calatayud. Y en su tercera versión, declaró que cuando volvió del médico encontró a su marido muerto y que éste se había suicidado.

Esta mañana en la Audiencia ha vuelto a ofrecer una versión distinta. Ha asegurado que ella salió de casa al médico, a por el pan y a comprar gasolina por orden de su marido, para la motosierra con la que tenían previsto cortar madera. Según su versión, su marido le pegaba y maltrataba con asiduidad, aunque ella nunca le había denunciado. “Nosotras no denunciamos ni nos separamos”, ha dicho aludiendo a su condición de mercheros, una etnia nómada que de dedica a la quincallería, uno de los motivos por el su marido era apodado como “El Quinqui”. El día anterior a que se produjeran los hechos, asegura que recibió una paliza, aunque Fiscalía lo ha puesto en duda por el hecho de que no tenía marcas.

María del Carmen Villa ha afirmado que cuando regresó a casa, su marido le recriminó que no le hubiera cogido el teléfono y le preguntó con quién había estado hablando y, de nuevo, la agredió físicamente. “Cuando llegué a casa estaba vivo”, señala. Ha relatado que oyó un disparo, se asustó, y acudió rápidamente a la habitación, donde lo encontró ya muerto. Asegura que no avisó a nadie porque se quedó “paralizada”. La Fiscala le ha preguntado entonces si vio a quien había efectuado el disparo y si todavía estaba en la habitación, a lo que se ha negado a responder.

En esta nueva versión no ha aclarado si su marido se suicidó o lo mató alguien; ni tampoco por qué ella misma acabó confesando a sus propios hijos que había matado a su padre. Su defensa sostiene que la víctima no estaba dormida como demuestra, a su entender, que el disparo se produjera “tocando una patilla de las gafas, cuando todo el mundo se quita las gafas para dormir”. Asegura, además, que “ella no compró la pistola sino que lo hizo el propio Raimundo Medrano”. Mantiene que su cliente es inocente y que la Policía “no hizo bien su trabajo porque ya tenían un culpable después de que ella se inculpara, probablemente para proteger a otra persona”. Además, señala que ella no tenía restos de pólvora en la mano, como sí tenía la víctima, lo que es compatible tanto como el suicidio como con que lo hiciera otra persona.

Por otra parte, recuerda que la acusada pesa algo más de 40 kg y es “físicamente imposible que pudiera sacar el cadáver de la cama y arrástralo”, ya que en ese momento, además, su hermana todavía no había llegado a Calatayud.

Siembra la duda, además, sobre la condición del fallecido, “que era un profesional del crimen, el enemigo público número 2 en la época de Franco, después de El Lute”. “Que un señor que se ha escapado de varias cárceles y ha huido de la Policía y la Guardia Civil se deje matar así es difícil de creer”, ha apostillado. Por otra parte, la Fiscalía ha recordado que la principal acusada estuvo, además, en busca y captura desde el año 2017 y “no apareció hasta agosto de 2022”, algo que niega la defensa, que asegura que se revocó su libertad “sin que ella tuviera conocimiento por parte de su abogado”.

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CÓMPLICE O ENCUBRIDORA

La Fiscalía sostiene que Isabel Villa conocía los planes de su hermana “meses antes, cuando compró la pistola y le contó su plan preconcebido”, y se desplazó en taxi desde Peñalén, en Guadalajara, para ayudarla a deshacerse del cadáver. Juntas, arrastraron el cuerpo hasta el leñero de la vivienda, lo rociaron con gasolina, comprada esa misma mañana, y le prendieron fuego, aunque lo apagaron por miedo a ser descubiertas por los vecinos debido a la humareda. Fue entonces cuando, según el Ministerio Público, se desplazaron a una ferretería para comprar siete metros de plástico de invernadero, dos paquetes de bolsas de basura y dos rollos de precinto, con los que envolvieron el cuerpo antes de ocultarlo definitivamente en el leñero.

Por todo ello, la acusa de cómplice de asesinato, algo que ella misma ha negado en el juicio, a preguntas de su abogado, el único al que ha querido responder. Su defensa, ejercida por el letrado Francisco Javier Reguera, insiste en que no hay pruebas que lo demuestren: “Ni reuniones, ni conversaciones, ni whatsapps ni correos electrónicos, nada”.

La propia María del Carmen ha exculpado a su hermana. “No planeé nada y, si lo hubiera hecho, nunca hubiera metido por en medio a nadie de mi familia”, ha señalado. De hecho, ha asegurado que se deshizo del cadáver ella sola y que su hermana no llegó a entrar siquiera en la casa.

Reguera recuerda que la acusada “llegó a Calatayud 7 horas después del fallecimiento de la víctima”. Señala, además, que no había huellas suyas en el plástico donde se envolvió el cadáver ni tampoco restos de ADN en la vivienda. Sin embargo, sí había huellas y restos de la principal acusada. “o mi cliente era mozo de autopsia y limpió los restos de forma selectiva o esta teoría no se sostiene”, advierte.

En caso de que quedara demostrado en el juicio que Isabel fue conocedora del supuesto asesinato después de producirse, no sería cómplice sino encubridora, algo que siendo hermana de la acusada, no tendría reproche penal.

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