José, cliente de la administración de lotería 'El Gato Negro', en Sevilla: "Siempre vengo aquí a por la de Navidad y la de El Niño, el año pasado me tocaron 5.000 euros"
En Sevilla hay un lugar donde la ilusión se vende en décimos, 'El Gato Negro' lleva casi un siglo repartiendo suerte, historias y, a veces, millones de euros
Sevilla - Publicado el - Actualizado
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Todo comenzó en 1934, cuando su fundador, Florián Arias, se cruzó con un gato negro camino de recoger la concesión de la administración. Lejos de verlo como un mal augurio, decidió tomarlo como símbolo de fortuna. Así nació 'El Gato Negro', que además comparte otro número cargado de superstición: el 13.
En honor a aquel encuentro, Arias colocó dos azulejos con gatos negros en la entrada del local, situados en el número 10 de la Avenida de la Constitución. Desde entonces, miles de personas los rozan cada año al salir, frotando su décimo contra la cerámica para “llevarse la suerte a casa”. La costumbre ha pasado de generación en generación, convirtiéndose en uno de los rituales más populares entre los sevillanos.
Décadas de premios e ilusión
Con el paso de los años, 'El Gato Negro' se ha convertido en la administración de lotería más emblemática de Sevilla y una de las más conocidas de España. No solo por su historia, sino también por su racha de premios. En 1946, en plena posguerra, repartió el Gordo por primera vez. Décadas después, siguieron los aciertos: en 2018, vendieron tanto el quinto premio como el primer premio de la Lotería de Navidad, y en 2019, también el tercero.
El último gran golpe de suerte llegó en el Sorteo Extraordinario de 2022, cuando 'El Gato Negro' repartió una serie completa del primer premio, es decir, cuatro millones de euros. Desde entonces, la administración es parada obligatoria para quienes confían en repetir fortuna.
“Aquí se viene a creer en la suerte”
Entre quienes hacen cola frente al escaparate se repiten historias de fe y costumbre. Una de ellas es la de José, cliente habitual.
Pero no todos los visitantes son de Sevilla. Elena Arijita, que lleva más de medio siglo viviendo en la ciudad, se acercó al mostrador acompañada por sus amigas procedentes desde Zaragoza, Huesca y Vigo.
No estaban allí por casualidad: este año celebran los 50 años de finalización de su carrera como trabajadoras sociales. "Queríamos conmemorar los cincuenta años de carrera y, como siempre llevamos lotería compartida, no podíamos dejar pasar la ocasión de venir al Gato Negro", contaba Elena, entre risas, a los micrófonos de COPE.
Tradición de frotar el décimo en el Gato Negro
Fieles a la costumbre sevillana, el grupo cumplió con el ritual antes de marcharse: “A la salida, como manda la tradición, frotamos los décimos con los dos gatos… para que no se nos enfade ninguno”, decía riendo. Y entre bromas, Elena confesó que, en realidad, la suerte ya les tocó hace 50 años, “cuando nos encontramos y nació esta amistad que aún seguimos celebrando”.
Tradiciones que no se rompen
La superstición es parte inseparable del encanto de esta administración. “La tradición manda frotar el décimo por los azulejos del gato antes de salir”, explican sus responsables. Cada año miles de personas siguen ese gesto, convencidas de que así multiplican sus posibilidades.
No es extraño ver cómo los visitantes se detienen un instante frente a los felinos de cerámica, acarician su número y se hacen una foto antes de marcharse. Algunos incluso confiesan que vuelven cada Navidad solo para repetir el ritual.
Donde empieza la Navidad sevillana
Con casi 90 años de historia, 'El Gato Negro' es mucho más que una administración: es parte de la identidad navideña de Sevilla. Cada diciembre, su fachada se convierte en un símbolo de ilusión compartida.
Vecinos haciendo cola en 'El Gato Negro'
Entre colas, risas, supersticiones y décimos que viajan por toda España, el local sigue fiel a su esencia: vender sueños. Y quizá por eso, cada año, cuando suenan los bombos del sorteo, muchos sevillanos miran de reojo hacia la Avenida de la Constitución, pensando que, una vez más, el gato podría tener guardada una de sus siete vidas… y un buen pellizco de suerte.