LAS DIVINAS PALABRAS DE ERNESTO MEDINA | 08 ABR 2025 |

Ángel López

Jaén - Publicado el

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El entrante de la cena de Nochevieja fue servido en una taza de desayuno por mi hermano Javier. Era un café con leche. Cucharillas de postre en el platillo. Silencio expectante a la espera de las aclaraciones e instrucciones oportunas. La espuma de la leche consistente, pero la taza, fría. Parecía una gelatina o helado de café con leche. Nadie se atrevió a sugerir que era demasiado pronto para los postres. Finalmente habló el oráculo-cocinero: “café con leche del mar. Un trampantojo. El café son mejillones triturados con pimienta y vino oloroso de Montilla. La crema es queso mascarpone. Espero que os guste”. Cosechó un éxito de crítica y público. Unánime.

Trampantojos en el arte; por ende, en la cocina que también es una forma de creación artística. La palabra es una composición de trampa, ante y ojo. Demos voz al diccionario de la Real Academia: “trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es”. En la Carrera de Jesús el artista José Ríos ha pintado un mural que semeja un claustro renacentista. Ocupa el solar donde un día estuviera la librería Metrópolis. El solar lleva vallado y sin solución desde… Ignoro desde cuándo. Veinte, veinticinco años. Quizás más. Mira de frente a la logia de la Catedral. Sobre el asunto hay discrepancias. Las cofradías de penitencia se quejan de que se ha estrechado el paso. No lo creo. Pero, aunque fuere cierto, una semana de procesiones no puede condicionar el embellecimiento y decoro de un forúnculo que abochornaba a los giennenses en la fachada sur de la Catedral.

Deducirán, dilectos oyentes, que estoy a favor del mural. No lancen las campanas al vuelo. Este mural, sobresaliente, pone de manifiesto la incapacidad de nuestros ediles de cualquier signo político para solucionar definitivamente la vergüenza que grita el solar. Podría haberse optado por una expropiación para convertirlo en un jardín o en un pequeño anfiteatro en el que asistir a conciertos. Hubiera cabido la posibilidad de dar un plazo improrrogable a los propietarios para la construcción de un edificio acorde con el entorno. Todo menos la incuria de ver crecer higueras silvestres.

Los trampantojos en Jaén son como la vida misma. Cotidianos. Para siempre. Ilusiones, entretenimientos y distracciones con los que nos conforman. Con los que nos conformamos. El tranvía, el tren son trampantojos que dejaremos en herencia a nuestros descendientes. Incluso creo que la esperanza en Jaén es el trampantojo de una virtud que sólo existe allende las montañas.

Palabras, divinas palabras.