Ad libitum, con Javier Pereda

Hoy: Familia

Redacción COPE Jaén

Jaén - Publicado el

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Con el incendio en el edificio Cervantes de Jaén, que ha supuesto la marcha repentina de Sara Gómez de Casa y su hija Almudena, de 82 y 50 años, la reacción ciudadana ha sido como la de una gran familia. La causa del accidente pudo ser una de las cuatro velas de la Corona de Adviento —tradición cristiana incorporada de Alemania—, que sirve de preparación para la venida del Niño Dios en Navidad. En la casa también estaba el marido y padre de las fallecidas que pudo salvar la vida, Antonio Palma Rodríguez, un prestigioso traumatólogo que continuó la labor de su progenitor en la Clínica “La Inmaculada”. Los gestos de condolencia de toda la sociedad jiennense han sido abrumadores, comenzando por el alcalde de la ciudad junto a la Corporación municipal, quienes, con delicadeza, han solicitado permiso a la familia para iniciar el encendido del alumbrado navideño; las autoridades judiciales, por los vínculos con uno de los hijos, Jaime Palma, procurador de los tribunales; los minutos de silencio promovidos por las distintas autoridades y en la Universidad; y, en el funeral de “corpore insepulto”, con la carta entrañable del señor Obispo, Sebastián Chico, que leyó al final de la Santa Misa el párroco de San Idelfonso, don Carmelo Zamora. El tanatorio de San José estaba repleto de coronas de flores de los amigos, y más bien parecía una fiesta espiritual. Se leían muestras de afecto de amigos de Gonzalo de Fuengirola y Marbella; del Hospital de Sara; del colegio de odontólogos de Mónica; de los colegios de Attendis donde han estudiado muchos de ellos. Allí se respiraba un ambiente cristiano de serenidad y de paz, de oraciones y abrazos para compartir el dolor, de experimentar la certeza de que Sara y Almudena estaban ya en el Cielo; también las lágrimas y sollozos de los veintitrés nietos por la abuela y la tía. Antonio, el mayor de los hijos, se trasladó desde Riad en donde trabaja como cirujano maxilofacial; Iván, el más pequeño, lo hizo desde Texas en su dedicación de Ingeniero de Caminos. Así se entiende que el martes pasado estuviera llena la Basílica de Nuestra Señora de la Capilla, a quien Sara rezaba el Rosario cada día, y transmitió esta devoción a sus hijos. El Segundo curso de la ESO del colegio Guadalimar acompañaba a Victoria en el funeral de su abuela y tía, junto con la directora y profesoras. También acudieron los amigos del Colegio Mayor Albayzín de Granada, donde Antonio, Gonzalo e Iván estudiaron la carrera universitaria, distribuidos en distintos lugares de la geografía. Y es que la familia Palma forma parte de la historia de Jaén. El abuelo, Fermín Palma García (Guadix, Granada, 1886- Jaén, 1970), médico, cirujano y político, dejó una profunda huella en la provincia. Educó a sus hijos con un profundo sentido cristiano, en el servicio a los demás, mediante el trabajo profesional bien hecho. La Clínica Operatoria de Especialidades que fundó en Jaén en 1925, con otros médicos especialistas, fue un referente a nivel nacional, con la últimas técnicas médico-quirúrgicas, diagnósticas y terapéuticas a lo largo del siglo XX. Ayudaría a muchas personas, al ser pionero en el uso de la penicilina en la provincia. Por su honradez e independencia política le ofrecieron presidir el Ayuntamiento de Jaén (1923-1929). A él se debe la canalización y abastecimiento de agua y el saneamiento de las alcantarillas. Como presidente de la Diputación en 1930, abordó la enfermedad de la tuberculosis, creando El Neveral. Del humanismo cristiano tomaron buena nota sus tres hijos traumatólogos y cirujanos Fermín, Alberto y Antonio Palma Rodríguez. Éstos, a su vez, lo han enseñado a sus hijos, que tienen un referente, para mantener el listón alto. La vocación de Sara, como enfermera, fue la de cuidar a los demás, a su marido, a sus siete hijos y a miles de enfermos que ha atendido como rehabilitadora durante 45 años. Almudena desplegaba una importante labor social. La ciudad de Jaén se ha volcado con muestras de agradecimiento con quienes han ayudado desinteresadamente a innumerables personas. La muerte de quienes queremos y conocemos nos ayuda a pensar en la nuestra, para que iluminemos con la luminaria de la fe y del amor. Sara y Almudena se han encontrado con la Luz de Luz, con la alegría del Adviento.