Jaén - Publicado el
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El día de los tres Arcángeles, José Luis García Campos tenía reservada la merecida corona, porque ha peleado el noble combate, ha guardado la fe” (2 Tim 4,7). La iglesia de Cristo Rey en Jaén estaba llena de familiares y amigos, porque en sus 88 años de vida, ha multiplicado los talentos recibidos. Era muy trabajador, alegre, humilde, servicial, amigo de sus amigos. Su profesión estuvo ligada al dibujo. Opositó a la plaza de funcionario de Dibujo y Arquitectura de la Diputación de Jaén. También obtuvo las oposiciones de profesor de Dibujo Técnico en la Escuela de Maestría Industrial, luego Instituto San Juan Bosco. Compaginaba estos trabajos con colaboraciones para estudios de arquitectura e ingeniería, y daba clases particulares para estudiantes de escuelas técnicas. Como aclaraba, quería dar la mejor formación a sus cinco hijas: Blanca, Mamen, Chiqui, Chica y Livia, en el colegio y la universidad. Hace seis años le hacía una entrevista en el periódico Ideal de Jaén, con motivo de la exposición de medio centenar de sus cuadros, en la Sala de Exposiciones de la Fundación CajaSur. José Luis explicaba que en cada dibujo había empleado más de cien horas de trabajo, que había realizado con los lápices “Prismacolor”, con los colores negro, sepia y ocre, técnica que aprendió del arquitecto norteamericano Paul Stevenson Oles. Una parte importante de su legado artístico radica en los 62 dibujos de la Catedral de Jaén: en la fachada de Eufrasio López de Rojas; en las esculturas de Pedro Roldán; en distintas imágenes del Sagrario de Ventura Rodríguez y del escultor Miguel Verdiguier. Los planos de planta y alzado de esta joya renacentista los realizó con la técnica AutoCAD software de diseño asistido por computadora. Su obra se ha inspirado en pintores como Durero y Ribera, el hiperrealista Antonio López, e incluso en la escuela jiennense con José Cortés, Paco Huete, Paco Carrillo y el acuarelista y discípulo Alfonso Rodríguez Márquez. Si su trabajo profesional ha dejado una profunda huella, su mejor herencia, sin duda alguna, con la necesaria colaboración de Manoli, su mujer, ha sido su maravillosa familia. Con envidia sana algunos le alababan la suerte de sus hijas al estar tan bien casadas, pero el entendía que la fortuna era de sus yernos: Pepe, Luis, Manuel, Manolo y Fernando, que habían encontrado a muy buenas personas. Las dos apreciaciones eran ciertas. En tiempos de crisis matrimoniales, la unión García-Armenteros representa un claro testimonio cristiano de cómo se puede alcanzar la santidad en el cumplimiento de los deberes familiares: con cariño, fidelidad, comprensión y paciencia. Los méritos que José Luis ofrecerá a su Padre Dios serán su mujer, sus hijas, los 21 nietos y, hasta ahora, los 10 biznietos. Como narra el libro de Génesis respecto a los primeros padres, ha engendrado hijos e hijas, porque su vida ha sido fecunda, ha dejado poso. La Santa Misa funeral fue una fiesta espiritual, pues a la muerte le sigue la resurrección con Jesucristo. Allí se respiraba serenidad, paz, alegría sobrenatural, porque José Luis descansa para siempre en el Cielo. José Luis llevaba cerca de cincuenta años en el Opus Dei. Una semana antes de fallecer acudió, como todos los lunes, a los medios de formación y a su confesión semanal. De nuestra amistad recuerdo muchas conversaciones. Comentaba los artículos que le enviaba cada semana, y algunos de sus dibujos los cedía al periódico Ideal para ilustrar esta columna. En ocasiones, por su sensibilidad de artista solía responder: “precioso”; sobre todo cuando trataba de sus dos amores: la Eucaristía y la Virgen María. Recuerdo su acertada intervención en la conferencia “Mártires de Jaén del siglo XX”, en el Hospital de San Juan de Dios, o en el cinefórum sobre su patrono San José, en la Escuela de Magisterio, al que se asemejaba como hombre bueno, justo, prudente y fiel. Tuve la suerte el sábado pasado de rezar junto a un santo el Rosario. Me dirigí a sus nietos: Manuel, María, Marta, Blanca, JuanMa, Irene, Antoñito, Ana, Mamen, Luis, Manuela…, indicándoles que el abuelo había dejado el listón muy alto y ahora teníamos que imitar su ejemplo. Al tener hilo directo con él, podemos decirle que su vida ha sido verdaderamente “preciosa” (excelente, exquisita, primorosa y digna de estima). Como buen deportista luchó hasta el final para alcanzar la meta.