Jaén - Publicado el - Actualizado
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El Gran Hermano propagandístico al que nos tiene acostumbrados el Ministerio de la Verdad del Gobierno guarda semejanzas con la novela distópica de George Orwell “1984”. El psicoanalista Erich Fromm analizaba esa obra no como una simple sátira a una de las barbaries de Stalin, sino una seria advertencia de plena actualidad. El término “orwelliano” hace referencia a esas sociedades que reproducen actitudes totalitarias y represoras, que manipulan con la propaganda la realidad y la verdad. Este ensayista que nació bajo el régimen colonial de la Corona británica en la India, participó en 1937 en la Guerra Civil española, en Cataluña. Experimentó cómo se reescribía entonces la historia, pues las noticias que difundía la prensa, no guardaban relación con la realidad. Esto le llevó a denunciar que los gobernantes pretendían controlar el futuro y también el pasado.
Por lo tanto, si el gobernante señala que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco. Esta perspectiva, mediante la cual la verdad estaba en entredicho —al convertir la mentira en verdad—, le aterraba y le asustaba más que las propias bombas. Traigo a colación al autor de uno de los libros más influyentes en el siglo pasado, al igual que “Rebelión en la granja”, a raíz del sugerente vídeo de la serie Merlí de TV3, en el que una profesora de filosofía imparte una clase que nos hace reflexionar. Comienza la clase preguntando a sus alumnos de qué color era la carpeta que les exhibía, y todos respondieron que verde. Les propuso el siguiente ejercicio: como llegaría algún alumno tarde a clase, volvería a preguntar por el color de esa misma carpeta, y todos contestarían que roja. Se incorporó tarde un alumno, a la vez que atendía la explicación sobre la corriente filosófica del positivismo, que no admite otra realidad que no sea los hechos. Así, filósofos como Auguste Comte consideran que hay cosas que caen por su propio peso y que no admiten discrepancias, como, por ejemplo: ¿de qué color es esta carpeta? A preguntas de la profesora a nueve alumnos, todos contestaron que esa carpeta (verde) era roja, ante la perplejidad del alumno que llegó tarde. Hasta que le llegó a éste el turno de contestación, y titubeando, porque era evidente su color verde, se sumó a la contestación de sus compañeros diciendo que roja, con revuelo y jolgorio de la clase.
La profesora concluye que está claro que la carpeta es de color verde, pero explica que han sido testigos de la debilidad del ser humano cuando ha sido sometido a la presión ambiental. El alumno puesto en evidencia se justifica diciendo que sabía que era un juego, pero que... Le interrumpe la profesora y cita a Nietzsche, que dividía el mundo entre dos tipos de personas, las que siguen sus propios deseos y las que siguen el deseo de los demás; las primeras son fuertes y no se dejan gobernar por nadie, y las segundas son débiles y se limitan a hacer lo que dicen y hacen otros. Se dirige al alumno sorprendido y le dice que no se preocupe, porque es el pan de cada día. Somos muy sumisos y acabamos admitiendo las ideas de la mayoría. Incluso en Alemania, continúa, la gente fue capaz de creer lo que repetía una y otra vez la propaganda nazi. Porque, como decía Kant con amargura, el ser humano es el único animal que necesita un amo para vivir. Esta anécdota nos interpela al color que hubiéramos dado nosotros a la carpeta en esas circunstancias: roja o verde. Este proceso de manipulación ideológica individual y colectiva lo padecemos todos los días.
Si para lograr la investidura y poder gobernar un país se precisan los siete votos de un partido independentista, para algunos, siguiendo a Maquiavelo, el fin justificaría los medios. Si las exigencias nacionalistas consisten en una ley de amnistía a favor de todos los condenados o encausados en el “procés” por el Tribunal Supremo, supondría un grave atentado contra el Estado de derecho y la Constitución. Si para legitimar el desafuero, en aras de una presunta aceptación social, la vicepresidenta de ese gobierno en funciones escenifica una reunión con el líder de Junts, prófugo de la justicia, con amplia cobertura de la prensa dependiente, pretenden la “orwelliana” conversión de la carpeta verde en roja.